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Jardín del arte

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Jardín del arte

Un paseo artístico en la CDMX
Por José Luis Preciado
La Ciudad de México está llena de sorpresas, un domingo cualquiera, uno puede pasar medio día entre- tenido en cada parada conversando y admirando la obra de unos quinientos pintores que han hecho del Jardín del Arte en Sullivan, un sitio obligado, aunque no sepamos casi nada sobre los más variados estilos y formas. El pasado 22 de enero cumplieron sesenta y dos años de pasar como por arte de magia, de un simple parque a un jardín del arte.
Lo que en otras partes del mundo son calles, aquí es un parque cobijado por la sombra de hermosos ahuehetes, jacarandas, fresnos, pinos colorados, hules, allí debajo discuten, conversan, los artistas y sus marchantes, cada uno encaja con un estilo variado, desde barroco, renacentista, impresionista, surrealista, cubista, paisajista, abstracto, expresionista, realista, pop, etcétera, ello incluye fotografía en blanco y negro y a color, amén de aquellos que los proveen de: pintura, telas, papel, lápices, marcos de madera y otros materiales. El Jardín del Arte, es el Disney de los enamorados de este oficio.IMG-20170301-WA0010

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“Los artistas no nacimos para ser ricos, nacimos para ser felices”
“El artista que piensa en el dinero, no puede empezar a serlo; el dinero es una consecuencia lógica de la disciplina, viene solo y si no viene seguimos siendo felices”. Pintor autodidacta, don Alfonso lleva treinta y seis años en el Jardín del Arte, su constancia es motivo de orgullo, “no expongo en otro lado, rechazo dar mi trabajo a los galeristas, afortunadamente el jardín es una institución tan noble que nos da a todos. No he faltado un solo domingo, allí radica el que me conozcan, me busquen”.
Todo lo “cocina”
Trabaja el óleo sobre algodón, en imprimatura gruesa, tal como se usó hace cientos de años. Hoy se pinta comprando una tela en una tienda cualquiera, cosa imposible en la antigüedad. Estudió a fondo a Caravaggio, aprendió su fórmula; medios, incaustos, barnices es lo que usa, “cocina” su propia grenetina que junto a otros ingredientes como blanco de España, carbonatos, aceite de linaza, jugo de limón, orina de él mismo, hace su imprimatura aplicando unas 25 capas a sus telas, logrando un gran nivel artesanal y de excelencia.
A veces hay que luchar solo para seguir tu verdadera vocación
Desde su punto de vista, la inspiración es una falacia. “La inspiración está en el taller, está con uno las 24 horas del día, eso sí, hay que tener un profundo respeto a nuestra profesión. Yo no puedo decir me inspiro caminado, no, yo camino para relajarme, pero si lo que quiero es inspirarme me meto al taller. Da lo mismo para todos: pintor, escritor, escultor, el artista produce todo el tiempo. Yo pinto de tres de la mañana a cuatro de la tarde, diario, menos los domingos que vengo al jardín, ¿por qué lo hago?, porque me está jalando la profesión y la profesión está basada en: vocación, oficio, técnica y talento. Un ejemplo de vocación es luchar, insistir, a veces es estar solo porque los amigos, familia, padres consideran al oficio de pintar como signo de holgazanería, en mi caso, incluso perdí hasta mis dientes por morder los palitos de paleta que encontraba tirados para dejarlos en forma de pincel, las cajas de cartón de zapatos me servían de lienzo, pintaba con tubitos de pintura reseca que me regalaba un tlapalero y me alquilaba como portero los fines de semana para dedicarme a pintar con el dinero que ganaba”.
“La acuarela, la ciencia de los perfectos”
Don Claudio es un diseñador gráfico que prefirió el arte de pintar. “Me gusta la acuarela porque es un reto, cada pintura es única, no se vuelve a hacer, no porque sea presunción pero el papel de repente tiene fallas y como es algodón, hay veces que no acepta el color y no corre igual, por eso son piezas originales. Recuerdo en una exposición en Orlando, Estados Unidos, donde se inauguró el consulado de México, el Nobel de Literatura española, Camilo José Cela, bautizó la técnica de la acuarela, como la ciencia de los perfectos, no hay error, no se corrige, no se aumenta y no se quita. Esto no es como en otras técnicas, por ejemplo en óleo, que se puede pintar encima del lienzo una vez y otra y otra, así lo hacían incluso los grandes maestros, pero en acuarela no se puede hacer, si no sale se destruye”.
¿Qué expone en el Jardín del Arte?
Lo mío es una muestra del México que ya se fue, sus paisajes, sus juguetes, bosques y esas grandes vecindades que aún existen. Nosotros los pintores vemos y ustedes miran, aparentemente es lo mismo, pero no es igual, aquí lo que se trata es mostrar lo que a veces, por las prisas no se ve, pero una vez que están pintadas, la gente exclama, ¡pero que linda puerta!… si pasamos por allí a diario, pero no la vemos. El chiste es ser pintor las 24 horas del día, llevo 38 años pintando. A mí la pintura me descubrió, yo estaba en otras cosas, ahora me digo, ¿por qué no empecé antes?, se entretiene uno tanto con esto, mi último puesto fue en la Embajada de México en Bolivia, me tocó la muerte del Ché Guevara… bueno pues de allí a la pintura, fueron 360 grados de cambio con 163 exposiciones. Lo importante es hacer lo que a uno le gusta, no es trabajo y hasta divierte.
Un seguidor del Bosco
A don Rafael Vallejo Muñiz, le gusta soñar y crear a partir de allí. Es la raíz de muchos de los grandes maestros del surrealismo como Remedios Varo, Leonora Carrington, el mismo Dalí y muchos más. En el Jardín del Arte hay unos quince surrealistas y todos con mucho trabajo, sus mejores clientes son de este país, aunque también al extranjero le gusta mucho. Don Rafael señala: “Mis obras se ha ido a Alemania, Inglaterra y otros países, es un gran mercado, la verdad yo vengo cada domingo al jardín porque me gusta y por costumbre. Estoy ocupado hasta los próximos tres años”.
¿Cómo trabaja, interpreta los sueños de los demás y los plasma?
Riendo nos contesta: Cuando gusta una obra, me piden otra más o al menos parecida, la hago pero nunca igual, me gusta la creación, hacer cuadros distintos.
¿Ha pintado toda su vida?
No, primero trabajé como mesero, estudie antropología, pero siempre quise ser pintor, ahora mi esposa y yo estamos felices pintando 24 horas al día. En la obra de La Radio trato de explicar aquello que nos hizo soñar durante muchos años, hoy ya luce en el olvido. Nada menos ese radio lo tengo en casa y me ayuda a imaginar aquellos tiempos de radio en México.

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