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Humor cubano

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Humor cubano

Hoy nosotros somos el chiste
Por José Luis Preciado
Son “Los Reyes del Humor” y su cueva es el Bar 3D, allí frente al malecón. El humor de esta pareja cubana es ácido sulfúrico, capaz de abrir hoyos en las calles de Mérida. Uno blanco, el otro negro, aprovechan esa condición racial y se tiran pedradas. México no se salva de la mordaz lengua de los dos cómicos:
—A México le van a hacer un muro para separarlo de Estados Unidos. Yo aconsejo a los constructores que contraten mano de obra cubana ¿Imaginas el son, acere*? ¡Mamita hay te mando en una caja de aire acondicionado cien ladrillos!
Las bromas van y vienen, aprovechan su condición de locales para burlarse de ellos mismos y de los que acuden al sitio, la mayor parte extranjeros que hablan español.
—¿Hay algún cubano por aquí?— sólo dos alzan la mano. —¡Coño y no son negros!— exclamó el cómico de color.
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Una mesa cargada de champaña
¿Recuerda a Greg Sánchez, ex alcalde de Cancún? Bueno, pues estaba en primera fila, acompañado de su esposa cubana. Este político mexicano fue el personaje mejor tratado de la noche. Robertico, figura principal del show cubano y socio del 3D, saludó y llenó de elogios al ex edil, incluso le hizo cantar “El Rey” de José Alfredo Jiménez; y no cantó mal, como pésimo fue su gobierno municipal. Cuando Robertico salió de escena, Greg quedó a merced de uno de los “Reyes del Humor”, así que, viendo la mesa atendida y cargada de champañas, el cómico de color se le fue a la yugular y exclamó:
—¡Noooo! Te estas bebiendo mi departamento. Esa botella que tomas equivale al valor catastral de todo mi condominio.
Y las bromas a costa de la peña seguían causando bajas. Estos tipos las agarran al vuelo. Preguntaron de dónde los visitábamos. De manera tímida un centroamericano levantó el brazo:
—Yo de Salvador.
Lo que motivó que uno de los cómicos arremetiera:
—Muchachos vamos a cooperar con nuestro amigo salvadoreño para conseguir su boleto de vuelta, con eso de que Haití les impuso el bloqueo, los dejó muy jodidos. La risa fue colectiva:
—Coño, al menos a nosotros nos jode Estados Unidos, es joda de lujo pues, pero a ustedes Haití… no hay perdón. El chico de Salvador se resbaló en su sillita y enmudeció para siempre.
El resto fue hilar fino, sacarle la vuelta y hablar de colas, transporte, picardías cubanas y otras arremetidas contra extranjeros que se desternillaban de risa. ¡Acere, de los Castro y la política, nada!

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