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Uno miente, el otro engaña

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Uno miente, el otro engaña

fidelherrerabeltran08

Por Carmen Garay.

Hace algunos días, cuando el Partido Acción Nacional hizo públicas presuntas conversaciones del gobernador priísta Fidel Herrera comprometiendo el erario para campañas políticas en Veracruz, muchos se rasgaron las vestiduras, empezando, claro, por el blanquiazul con su dedo flamígero que señaló el intervencionismo clientelar e ilegal en las campañas del PRI. Porque es ilegal el uso de recursos públicos con fines electorales y electoreros.

Y, con apenas unos cuantos días de diferencia, se difunden grabaciones que presuntamente exhiben a Ulises Ruiz, gobernador priísta de Oaxaca, en pleno cabildeo con medios de comunicación para que tengan favoritismo por su candidato. Nuevamente el escándalo, porque es ilegal el uso, pagado o gratuito,  de medios electrónicos para campañas políticas, más allá de los tiempos oficiales.

De inmediato, la cúpula priísta y el presidenciable Peña Nieto acusan de espionaje político al PAN, al gobierno federal y a quien resulte responsable de grabar conversaciones en forma, otra vez, ilegal y “fuera de contexto”. Porque, recordemos, así como las aleccionadoras maniobras de Fidel Herrera y Ulises Ruiz, se cuenta también con la tristemente célebre y dilecta charla de Mario Marín, gobernador priísta de Puebla, con Kamel Nacif.

Miente, quien asegura desconocer el origen de las grabaciones que, providencial e inexplicablemente, llegan a manos de adversarios políticos y medios de comunicación que, como ya va siendo costumbre, sirven de camellos para llevar y traer mensajes que, por  sí mismos, constituyen un delito y al transmitirlos alientan su producción, mientras que colateralmente, “sin querer queriendo”, favorecen un linchamiento político y meten zancadillas en plenos procesos electorales.

Engaña, quien es sorprendido en plena operación político-electoral desde el poder. No se trata de hechos aislados, sino de un modus operandi cuya denominación de origen se remonta al siglo pasado, con el tráfico de influencias, de apoyos, de campañas ventajosas que rebasan los límites de recursos y los de la imaginación popular.  

Desde el apasionamiento partidista, se escuchan absurdas justificaciones “sí, es Fidel, pero ¿porqué lo grabaron ilegalmente?” “Sí, lo grabaron ilegalmente, pero ¿porqué se entromete en las campañas?” Para los ciudadanos de a pie, observadores de semejante espectáculo, lo único que queda claro es que uno miente, el otro engaña. A todo esto, ¿dónde quedó la autoridad moral? ¿dónde quedó la autoridad institucional? Que siga el mundial.

 

 

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