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Por una política de Estado para el arte

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Por una política de Estado para el arte

confecionescholo

Por Alejandro Pulido Cayón.

     Los artistas locales enfrentan una dura situación, debido a la falta de políticas culturales definidas, que les permitan acceder a diferentes esquemas de financiamiento que logren sacar avante nuevas producciones.

A diferencia de otras latitudes, en el caso de Yucatán el público está acostumbrado a que los espectáculos artísticos estén subsidiados, lo que produce al menos dos fenómenos, por un lado que la oferta se reduzca a lo que promueven las instituciones gubernamentales y por otra parte que el auditorio sea renuente a pagar por ver una obra producida en la entidad.

Esa situación plantea retos que deben ser discutidos y superados en el corto plazo, porque de otra manera se verá un retroceso importante en las manifestaciones culturales, pues está visto que la gente con poder económico prefiere pagar hasta 500 pesos por ver un espectáculo traído del Distrito Federal antes que desembolsar 50 pesos para escuchar a un conjunto local.

Se trata de un problema que lleva al menos 25 años gestándose, y que plantea un dilema, ya que organismos como el Instituto de Cultura de Yucatán (ICY), así como la Dirección de Cultura del Ayuntamiento, están obligados a procurar la difusión del arte y la sensibilización del público, pero al ser instituciones financiadas con los impuestos operan en la lógica de la redistribución de la riqueza y por ello promueven los eventos gratuitos.

Los artistas, como cualquier otro profesional, necesitan ingresos que les permitan llevar un nivel de vida decoroso, que a la vez les permita continuar su labor creativa. Son productores de riqueza, tanto material como intangible.

Pongamos por caso una producción teatral. En ella intervienen una serie de factores que ponen en funcionamiento la economía. La tela del vestuario se paga, los objetos de utilería cuestan, la escenografía requiere de obreros que la realicen, y así sucesivamente podemos enumerar todo lo necesario para que una compañía de teatro presente sus propuestas.

Un montaje hace que el dinero circule, al igual que cualquier otra actividad productiva. Sin embargo, se cree que los artistas pueden hacer todo con base a su talento, cuando eso es parcialmente falso.

Hay ocasiones en las que el financiamiento proviene de las instituciones culturales, pero éstas optan por obligar a los creadores a entregar su trabajo al “mercado” sin que por ello se cobre, bajo el argumento de que al recibir dinero público se compromete al artista a retribuir ese apoyo con funciones.

En ese sentido es que se debe trabajar, inicialmente, sobre proyectos artísticos productivos, que permitan hacer una sinergia económica, de tal suerte que si el Gobierno aporta para la realización de una obra o proyecto, permita que el realizador lo comercialice y tenga un fondo revolvente que propicie la creación de “nuevos productos”.

Paralelamente a lo anterior, sería importante reorientar la educación del auditorio, a fin de que sean las mismas instituciones las encargadas de sensibilizar a las personas sobre la importancia de contribuir al desarrollo artístico mediante el pago del boleto.

Sobre el particular, ha hecho falta una campaña informativa que motive a los ciudadanos a que sustituyan el cine, que cuesta unos 50 pesos por persona, por una obra de teatro local.

El auge que tuvo Héctor Herrera Alvarez “Cholo”, se debió en gran medida a que había un público acostumbrado a pagar por verlo, debido a que ya existía esa gente que prefería gastar en un espectáculo regional antes que en el cine, o alternadamente.

Cabe precisar que las propuestas de “Cholo” tienen un carácter comercial, más que de búsqueda artística, y es en ello que fallan los artistas emergidos en las dos décadas pasadas: carecen de la visión de mercadotecnia.

La gente perdió el gusto por el teatro y las artes, en gran parte porque el ICY, desde la época de Jorge Esma Bazán se empeñó en que todo fuera gratuito. Esa política es una espada de dos filos, porque si bien es cierto que facilita el acceso a la cultura, también es verdad que deja la idea en el público de que el arte no cuesta.

Una labor importante de la nueva legislatura, será, a no dudarlo, crear una ley que favorezca la inversión en materia de cultura, sobre todo para los grupos organizados o artistas con propuestas bien claras y definidas, porque en materia de artes visuales, se puede decir que son pocos los que acostumbran ir a una galería con la idea de adquirir un cuadro.

Hace falta, en calidad de urgente, que se realice un foro en la entidad a fin de que los artistas, creadores y productores discutan estas cuestiones, y es el momento de que se plantee el problema con la seriedad debida, porque de otra manera todo se complicará hasta el punto que se imponga una visión unilateral, de Gobierno, sobre el financiamiento al arte, cuando lo que se requiere es una política de Estado, que emerja de quienes día a día intentan vivir generando cultura.

 

 

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