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Por una cultura del relax, viva el verano

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Por una cultura del relax, viva el verano

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Por Alejandro Pulido Cayón.

El verano, con sus calores y lluvias, es lindo como para lanzarse a las playas y dejar a un lado las discusiones culturales, olvidarse de las densidades ontológicas, antropológicas, sociológicas y por demás lógicas, para darse un chapuzón en la ignorancia, el reventón y todo aquellas insustanciales cosas que los fresillas nombran «relax».

Al averno el estrés, dirán a coro todos los vacacionistas. Ah, pero lo que ignoran es que Mérida ya alcanzó proporciones peninsulares como albergue de las causas perdidas, tal cual supone crear arte en vacaciones.

Digo lo anterior porque las alternativas para hacer una temporada diferente, ya están en la mesa, o al menos plasmadas en proyectos que servirán para quienes, imposibilitados para desplazarse al malecón, opten por los vapores asfálticos de la capital.

La cultura, así en lo llano y amplio de la palabra, ya cambió, y existen hordas de turistas yucatecos, meridanos, para precisar, que abominan las bacanales en las que se convierte el principal polo playero de las vacaciones: Progreso.

Hasta ahora, creo que ninguno de los artistas locales se ha preparado para hacer «una intervención» en las playas y alborotar el feliz sosiego y la constante embriaguez de los vacacionistas.

Para que esté más claro lo que digo: las «intervenciones» son eventos artísticos en los que un grupo de creadores llega sin avisar y hace un montaje escénico así bien marciano (bueno, a veces resulta marciano), que le mueve el tapete al ciudadano común que se ve alejado de las artes gracias a esa enajenación colectiva y divertida de las cosas simples.

Quien esto escribe, ya consultó con sus fuentes desautorizadas de los bajos fondos culturales, y confirmaron que nada de nada de provocaciones artísticas a destiempo, que prefieren marchar derechos por la derecha y alinearse a los mandatos del régimen cultural.

Decía que, en términos vulgares, el horno no está para bollos, y por eso se desplegó una amplia gama de cursos y actividades para los que se queden en la ciudad y pretendan hacer el verano cultural.

El caso, para bajarme del tranvía llamado verborrea, es que lejos de llegarnos al «relax» fresón de olvidarse del mundo, sería momento propicio para sacarle jugo a la cultura, esa que proponen las instituciones y los grupos alternativos e independientes.

Además, siempre tenemos la oportunidad de acercarnos a los libros y darnos gusto con todo lo que supone la letra impresa, o más modernos, bajarnos algún volumen de Internet (de esos famosos e-books) y apoltronarnos en el cómodo sofá para recrear las neuronas.

Ya plantado en el plan de darles sugerencias a los rebeldes que ni ganas tienen de cursos de verano, pues ahí les van unas sugerencias para la lectura ligera.

Empecemos por «La Reina del Sur», del finísimo Arturo Pérez Reverte, que ofrece en sus más de 450 páginas, una apasionante historia de narcotráfico y traición al estilo Conde de Montecristo. Escrita con un lenguaje accesible, las aventuras de Teresa Mendoza serán un bálsamo para ocupar el tiempo.

Si el temperamento es más a lo romántico, con tintes de misterio y tendiente al realismo mágico, pues ahí está «Son de mar», novela de Manuel Vicent, que trata sobre un romance atemperado por la desgracia, los juegos de poder y un olor a naranjas que despierta el erotismo.

También hay para los que quieren el relajo literario, unido a la reflexión y la crítica gacha a la sociedad consumista y limítrofe, con la novela de Xavier Velasco: «Diablo Guardián», que empieza por narrarnos el funeral de la protagonistas que renegaba de su nombre y adoraba los billetes verdes y así por sus fueros, le robó a medio mundo (incluidos sus papás), estafó a la otra mitad (sus jefes) y de su noble cuna cayó a los camastros de hotel.

Estas vacaciones pueden tener de todo, y en materia de «cultura», arte y entretenimiento, hasta desdiciéndome: el «relax».

 

 

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