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Mis tres encuentros con Monsiváis

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Mis tres encuentros con Monsiváis

 

Carlos Monsiváis, en abril de 2009 en Mérida
Carlos Monsiváis, en abril de 2009 en Mérida

 

 

 

Por Virginia Carrillo.

Mérida, Yucatán, a 19 de junio de 2010. -La primera vez que lo vi estaba en Acapulco. Fue a fines de 1992, en un encuentro internacional de Comunicación organizado por la FELACS al que acudí como estudiante junto con algunos de mis condiscípulos. De ahí, de entre el tumulto de asistentes, se desprendió su figura; mi amigo Mario se le acercó e intercambiamos unas palabras con él, también hubo una foto a la que accedió con la amabilidad que le caracterizaba. Era Carlos Monsiváis, emblemático para nosotros, jóvenes universitarios que empezábamos a interesarnos por el periodismo. Pudimos hablar con el cronista de México, con el testigo más lúcido de la vida cultural de nuestra patria.

La segunda vez fue en junio de 1996, cuando haciendo intermitentes pininos en el campo del periodismo cultural, tuve la oportunidad de entrevistarlo para Sistema Radio Yucatán (hoy Sistema RASA) al festejarse el primer aniversario del IECY (Instituto de Estudios de la Comunicación de Yucatán) y él vino como invitado de honor. No sé si le conmovió mi ingenuidad o estaba muy a gusto rodeado por la atmósfera de Mérida –que me dijo tanto le gustaba-, que tuvo la paciencia suficiente para contestar todas mis preguntas sobre Los rituales del caos. Confieso que le dije que, a diferencia de la mayoría de las jóvenes de mi edad admiradoras del cantante Luis Miguel, yo era fan suya… recuerdo que se rió mucho de ese comentario mío. Después, al terminar la plática, me puso este autógrafo en mi ejemplar de sus rituales: “A Virginia que es comunicadora, la presente ex comunión que la sitúa fuera del perdón de los Medios. Con el aprecio de Carlos Monsiváis.”

El tercer encuentro sucedió el año pasado, en abril de 2009, cuando volvió a Mérida a presentar el libro Pedro Infante, Las leyes del querer -a propósito del 52 aniversario luctuoso del ídolo de México-, en un accidentado evento en el que su fino sentido del humor junto con su magistral manejo de la ironía, le permitió salir airoso. En aquella ocasión expresó sintético: “Ante el fracaso de la técnica, se impone el triunfo del espíritu”, al constatar con desencanto que el material videográfico que había preparado para la presentación no podría proyectarse. Al término de su intervención y al igual que muchas otras personas, me acerqué a él y puso su atención en mí cuando dos señores mayores se enredaron en una discusión sobre mi parecido con una actriz de telenovelas. Mirándome curioso me preguntó: “Por fin ¿sales o no sales en la tele?”

Así recuerdo mis tres encuentros con el padre de la crónica moderna en México, con el narrador mexicano que ha dejado profunda impronta en las letras hispanoamericanas, con el ensayista que hilvanó su escritura con la aguja del fino humor, entretejiendo en el paño de la ironía los hilos de nuestra mexicanidad contemporánea y convulsa. Es mi humilde manera de dejar un simbólico ramo de flores junto a su féretro, hoy, en el día de su muerte.

 

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