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Las cuentas y la guerra al narco, no cuadran

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Las cuentas y la guerra al narco, no cuadran

República de las Bananas

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Por Eduardo Lliteras Sentíes

Decía Carlos Puig en el diario Milenio, en su edición nacional del sábado, que es hora de hacer las cuentas con los resultados del sexenio que acaba de Felipe Calderón. En su columna, Puig, señalaba que las cuentas, al cierre del sexenio, no cuadran; ni en los llamados compromisos adquiridos por la administración federal panista, ni en la llamada guerra al narco del belicoso Felipe.

El columnista citaba el último libro de Jorge G. Castañeda y Rubén Aguilar: “Los saldos del narco: el fracaso de una guerra”, texto interesante porque no tiene que ver con los “enemigos” naturales del presidente sino con un sector conservador, ideológicamente hablando, que formó parte del primer Gobierno federal panista (con Fox).

Es el segundo libro en el que los autores abordan los motivos, reales, de Felipe para inaugurar un conflicto (con el que intentó legitimarse y someter al país por órdenes de Washington) que ha ensangrentado a decenas de miles de familias, provocado casi 100 mil muertos y decenas de miles de desplazados.

Señalaba Puig: “Decenas de veces hemos escuchado cómo la violencia llegó cuando los cárteles comenzaron a disputarse territorios domésticos para vender droga a los mexicanos. Ya no era un negocio sólo de transportación hacia Estados Unidos”.

Pero “todos los datos, dicen que no”, que esta propaganda trillada todos los días (junto el lema “vivir mejor”), es totalmente falsa ya que “no éramos un país consumidor” de drogas y “no lo somos”.

Con cifras, del mismo Gobierno Federal, explica Puig, “Aguilar y Castañeda recorren cada uno de los argumentos” de Felipe y sus corifeos “respecto al consumo y los destruyen con datos del propio Gobierno”.

Peor aún cuando abordan la otra justificación de Calderón: que la militarización del país fue para acabar con la violencia.

La realidad también desmiente al presidente, ya que “al inicio del mandato de Calderón, la tasa de homicidios a nivel nacional era la más baja de la historia, menos de nueve homicidios dolosos por 100 mil habitantes, y lo mismo ocurría con los Estados”.

Y como afirmaba Puig: “el INEGI da cuenta de que las muertes se dispararon una vez que inició la guerra” criminal de Calderón.

El libro de Castañeda y Aguilar es uno más, entre numerosos datos duros, recabados por ONG, nacionales e internacionales, periodistas, investigadores y ciudadanos, sobre lo que en realidad ha sucedido y está ocurriendo en el país tras el paso por la presidencia del panista amante de las casacas militares.

En mi reciente libro “México, Emergencia Nacional”, en el que recopilo las opiniones de nueve personalidades del mundo académico e intelectual del país, afirmo que la guerra fue y es una estrategia para someter a México a los designios e intereses económicos y políticos de las empresas transnacionales que operan en nuestro territorio, así como a los intereses estratégicos de Washington.

La aplicación de una terapia de choque al país, a través de una guerra (en la que Washington ha sembrado armas en México y entrenado a escuadrones de la muerte, entre otros), tenía el fin de aniquilar la oposición al modelo de saqueo al que nos vemos sometidos los mexicanos.

Ahora, sabemos que el presidente y su familia, intentan marcharse del país, exiliarse en algún lugar pacífico de la Tierra: en Estados Unidos o Europa, lejos de su guerra. Y que Felipe nombró a Eduardo Ibarrola Nicolín, como embajador en el Reino de los Países Bajos con el propósito de detener cualquier demanda contra el presidente guerrero por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, como nos explicó en la Capital de la República, el abogado Netzaí Sandoval.

Por todo esto, Calderón debe ser sometido a juicio.

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