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El Infierno

 

fuego

Por Eduardo Lliteras Sentíes.
Volver, a la crisis y el hambre. A la violencia sanguinaria y caníbal del narcotráfico. Al desempleo y a las polvosas calles de un país en ruinas, postrado por dos décadas de neoliberalismo, sumido en el hambre y la corrupción cuyo horizonte es la muerte, porque la vida en México, no vale nada. La vida de sus ciudadanos, convertidos en parias, de sus jóvenes inducidos a la delincuencia por la falta de educación y trabajo.
Volver a México, o más bien regresar deportado por la Migra. Es el caso de Benjamín García, El Beni, quien retorna a su podrido México, sembrado de polvo y ruinas, después de 20 años gastados en Estados Unidos sin que valiera la pena. Actor principal de El Infierno, El Beni, retorna a la Patria para
encontrarla peor de cuando se fue, siendo un jovenzuelo, una madrugada, y abandonó el jacal familiar y a sus padres, dejándolos atrás, en la miseria sin horizontes de México. 
VIVIR Y MORIR SIN SENTIDO
Vivir en el infierno. Son millones de mexicanos los que viven en el infierno, porque el infierno está acá, en su cotidianidad, en la miseria espeluznante que los circunda. En la brutalidad criminal que se ha apoderado del país.
El Infierno, la tan esperada película del mexicano Luis Estrada, ya está en cartelera en Mérida, y promete no decepcionar al auditorio con su interpretación de esa guerra declarada con fanfarrias por Felipe Calderón, que vive una parte creciente de la población y que ha desolado a cientos de municipios del norte del país, pero también del sur y centro.
Escrita por Jaime Sampietro y el mismo Estrada, la historia aborda los temas que incendian las primeras planas de los diarios nacionales durante el actual sexenio: violencia, crimen organizado, drogas, crisis económica, autoritarismo, poder, corrupción.
El Beni, personaje central, es deportado, y se encontrará con la cruda realidad de un país que dejó de serlo hace mucho para convertirse en un laberinto de prostitución, gatilleros, corrupción, orejas mochadas y balaceras que siembran las calles de escenas de guerra al estilo de Irak o Afganistán.
Los viejos amigos, transformados en sicarios a sueldo (El Cochiloco), no dudarán en conducirlo al paredón de la milicia criminal a sueldo de los capos del narco, coludidos con la política hasta lo más alto. Estrada no se censura:
Lo mismo aparecen las fotos del foxiato, con Martita y Chente junto al cacique regional reciclado en capo y convertido después en presidente municipal de una tierra que lo único que ofrece a sus hijos e hijas es muerte. Porque trabajo digno, no hay.
El director de Infierno no duda en desenmascarar a la clase política de la derecha gobernante, postrada en los altares del Vaticano, besando el Anillo del Pescador, y en las parroquias del pueblo, en donde el señor cura bendice lo mismo los Cuernos de Chivo que las cabezas de los recién nacidos, futuros
reclutas del ejército de sicarios.
La droga lo impregna todo. Sustituye los juegos de los jóvenes en las calles, armados antes de cumplir los 16. Ocupa el lugar de las mercancías en las abarroteras, con los estantes semivacíos y poblados de miseria. Se ofrece en los hoteles de paso, donde las parejas van al sexo pero sobre todo a los pasones.
En la Ruta del Bicentenario, Luis Estrada encuentra un país donde el mexicano común y corriente es expoliado por la delincuencia organizada, la clase política y sus tres niveles de policías. Por supuesto, no falta el tema hasta hace poco tabú de la corrupción de los militares que abandonan el ejército para
engrosar las filas del narco y elevar el nivel de la carnicería a la enésima potencia.
Estrada comenzó con La Ley de Herodes y Un mundo maravilloso (las tres protagonizadas por Damián Alcázar, ahora El Beni), contiene el eslogan “México 2010, nada qué celebrar”. En el electo se encuentran Elizabeth Cervantes,
Joaquín Cosío, Kristyan Ferrer, Mario Almada, Dagoberto Gama, Daniel Giménez Cacho, Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Salvador Sánchez y Jorge Zárate, entre otros.
El Infierno, está ya aquí. En las taquillas, pero también en las calles de la nación.

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