Por Eduardo Lliteras.
Algo muy grave ocurre en los municipios de Yucatán: El saqueo inmisericorde de la hacienda pública, sin que autoridad alguna ponga alto a la impunidad que empobrece al pueblo yucateco. Al menos, hasta ahora.
No exageramos. El saqueo es ya tradición y es literalmente saqueo ya que numerosos presidentes municipales se comportan peor que si fueran hordas de bárbaros o el ejército de Genghis Khan: Arrancan de las paredes los aires acondicionados, se llevan los bacines o excusados de los baños, rematan los bienes de los ayuntamientos, se auto asignan sueldos de cientos de miles de
pesos por debajo del agua, inflan costos de obras, no pagan a los proveedores, dejan deudas inmensas con la Comisión Federal de Electricidad, no pagan el agua o el servicio de los rellenos sanitarios y realizan obras que a los pocos meses se caen en pedazos o nunca funcionan.
Un auténtico circo del terror que ha sido medio denunciado en la Cámara de Diputados, pero más bien con fines políticos, y lejos de un verdadero propósito de justicia.
La realidad es que la corrupción entre los primeros ediles de Yucatán no tiene miramientos frente a partidos; Los malos manejos involucran a ex presidentes municipales de todos los partidos. Y quienes hablan hoy, tienen cola que les pisen, no cabe duda.
Al elenco de corruptelas en los ayuntamientos hay que sumar el ya tradicional diezmo, ese impuesto mafioso que pagan al alcalde en turno quienes quieren abrir un negocio o contratar una obra, entre otros. El nepotismo, el amiguismo y el compadrazgo para pagar favores depredan los presupuestos de los
ayuntamientos.
Es hora de empezar a poner un alto a tales actos que involucran a los ex alcaldes y ex alcaldesas de Tizimín, Halachó, Tahmek, Celestún, pero también de Mérida, en graves actos de corrupción, por mencionar sólo algunos.
No hay que partidizar ni politizar el tema de la justicia se ha dicho; es cierto, pero tampoco podemos seguir permitiendo que la impunidad se enseñoreé en Yucatán como auténtica plaga que nos hunde en el atraso y en la miseria. Las secuelas de la corrupción, las pagaremos más caro; más pronto que tarde.
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