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Secretos

Por Alejandro Pulido Cayón

Sirve tanto al verdugo como al activista social. Es la vestimenta de la infamia y también de la humildad. Bajo su velo, muchas verdades quedan descubiertas o las mentiras adquieren alas. Así, muy de doble moral, es el anonimato. Y hoy toma revuelo el tema con la creciente popularidad de redes sociales que basan su éxito en ello, en comunicar tras una máscara.
Antes de satanizar aplicaciones que toman auge entre la sociedad yucateca, como es el caso de secret.ly, convendría que revisásemos antecedentes en la internet. Los nativos digitales quizá ignoren que, en un principio, ocultar la identidad era casi un requisito en programas de mensajería instantánea como Icq; allá lejos, a mediados de los 90 del siglo pasado, prácticamente todos los usuarios teníamos un nickname.
Más acá, en 2003, salió a la luz www.4chan.org. Sitio que funciona como tablero público para postear imágenes. Miles y miles de memes encontraron su origen en ese lugar, que también tiene como característica alentar el anonimato. De hecho, las primeras acciones del grupo de hacktivistas Anonymous fueron articuladas desde ahí.
Facebook basó su éxito en la inclusión de perfiles reales. En torno a este concepto, se han formado comunidades virtuales, amigos de antaño se han reencontrado, familias mantienen la unión pese a la distancia, surgen relaciones en la vida verdadera, en fin, es un modo de interacción humana efectivo. Aunque siguen presentes las personalidades falsas, que utilizan el anonimato para el trolleo, para la agresión desde la oscuridad.
Fue hacia diciembre de 2013 cuando surgió una nueva red social anónima, secret.ly. A diferencia de sus antecesoras como Whisper o PostSecret, ésta cimentó su eficiencia en la movilidad, la oferta de poder publicar libremente cuanto se le ocurra al usuario y permitir la interactividad entre sus integrantes. Y con ello llegaron los excesos; aunque para difamar, ofender, agredir, denostar, meterle con singular gusto al ciberbullying, cualquier plataforma sirve.
La semana pasada, el diario La Verdad alertó sobre los riesgos de secret.ly. Su creciente penetración entre estudiantes de instituciones educativas públicas y privadas, ha favorecido el acoso escolar, el que utilicen esa herramienta para el balconeo a diestra y siniestra. En efecto, las características de esa red lo permiten. Sin embargo, también se generan acaloradas discusiones sobre la xenofobia, por ejemplo.
«Pinches norteños que se vayan de Mérida, le están dando en la madre», posteó un usuario de secret. El comentario no pasó desapercibido, ni quien lo emitió quedó impune. Hasta la tarde del domingo, hubo más de 40 comentarios en los que se descalificaba o apoyaba esa postura. Algunos argumentaban, otros sacaban el hígado nada más. Anonimato o no, estaba presente el debate. Había catarsis.
En su breve historia, secret.ly ha establecido algunos controles tendientes a evitar la brutalidad cibernética. Luego de quejas de usuarios regiomontanos, se limitó el uso de fotografías de contenido sexual; en Brasil se prohibió la aplicación, por considerarse anticonstitucional la libertada de expresión desde el anonimato en ese país.
A final de cuentas, siempre existirán cobardes que requieran de capuchas como los verdugos para expresarse. Asimismo, seguiremos viendo personas altruistas que prefieren guardar en secreto sus buenas acciones. Cuestión de virtudes públicas y vicios privados, diría yo.

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