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Quién dijo que en las cantinas no hay cultura

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Quién dijo que en las cantinas no hay cultura

Por Sergio Grosjean

cantinaSin duda, la cultura puede estar presente en todas partes; incluso en las cantinas. En este nuevo libro “Anécdotas de las cantinas de Mérida, para que amarre” tuvimos la oportunidad de plasmar novedosos, reveladores e inclusive simpáticos datos del acontecer en el interior de estos sitios que hasta hace poco menos de cuatro años eran prácticamente “Tabú” para algunas personas que las consideraban un tema casi satánico.

Anteriormente he comentado que estos espacios invariablemente han sido fermentadores de nuevas realidades, pues al calor de las copas y de la euforia etílica se ratifican amistades o se colapsan las ficticias. Pero, además de ello, en las cantinas trascienden experiencias que no son comunes advertir en otros ambientes, pues en ellas brota una adhesión singular entre los parroquianos, aun cuando las diferencias de edad, trayectoria o posición social son descomunales, la camaradería suprime estas discrepancias y todos, bajo el mismo techo, hablan y entienden el distintivo idioma regional.

Las cantinas las hacen las personas que allá asisten, pues propician que adquiera su matiz; por ejemplo, las cantinas bohemias, donde el culto a la música es su esencia; en otras, la buena conversación es su mayor atributo; y seguramente en otras, los improperios son la sazón vital. Pero, sin lugar a dudas, algo que sucede en todas y viene a reflejar su naturaleza, es que lo que allá se desarrolla no trasciende a otras esferas, similar a una logia en la que todos son cófrades dispuestos a proteger el honor de sus camaradas y adeptos.

Quien no haya visitado alguna cantina o restaurante del Centro de la ciudad o periferia difícilmente se percatará que en estos espacios sui generis existe una pluralidad y un comercio de inimaginables proporciones, pues día a día atraviesan el umbral mercaderes que ofrecen artículos de variada índole e infinidad de productos de insospechada procedencia pudiendo comerciarse desde un perro malix hasta un Ferrari; de tal forma, estos espacios funcionan -además de tragaderos y abrevaderos- como motor de la economía para muchas familias que viven del comercio informal.

Mucho de qué hablar
En fin, hay tanto que hablar del tema que el tiempo nos resultaría insuficiente y estas líneas sólo las quiero dedicar a todos y cada uno de los que contribuyeron con datos, relatos, pistas e infinidad de información que sirvió para hacer de este segundo libro un tema que mucho nos dará para hablar, divertirnos e incluso reflexionar.

Por otra parte, y por razones ajenas a nuestra voluntad, el libro hubo que reimprimirlo y esa es la explicación de su ausencia en el mercado hasta el día de ayer.

Pero hoy, ya podemos brindar, ya sea con frías espumosas, aguas fuertes o con una horchata si así lo prefiere ya que el libro se encuentra disponible al menos en las cantinas patrocinadoras, y a quienes les debo un agradecimiento especial, ya que sin su apoyo esta obra hubiera sido difícil cristalizar, por lo que nuevamente le envío mi reconocimiento y un abrazo a los propietarios y amigos de El Poniente (avenida Itzaés con calle 90-A.), El Tucho (calle 60 con 57 y 55 Centro), El Marinero (calle 40 frente al parque de la Jesús Carranza), Morgan’s (calle 52 con 65 y 63 Centro), El Pico de Orizaba (calle 54 con 43 y 41 Centro), Bar Campeche (calle 64 con 61 Centro), y Real 70 (calle 70 con 71 Centro).

Además, también agradezco de manera especial a la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma ya que fue un importante engrane en la cristalización de este proyecto que, sin duda continuará, por lo que si vivió alguna historia digna de recordar (como el periplo de las llaves que perdió Carlos “El Buitre” Castillo en un abrevadero), no dude en escribirme…

Mi correo es sergiogrosejan@yahoo.com.mx y twitter: @sergiogrosjean

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