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¿Qué dicen del capo en Mérida?

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¿Qué dicen del capo en Mérida?

República de las Bananas

Por Eduardo Lliteras Sentíes

¿Qué dicen los candidatos a gobernar la Joya de la Corona sobre la detención, en Mérida, de peligroso narcotraficante, presunto líder del Cártel del Golfo, en Quintana Roo?
Nada. Silencio, callan. Ni Mauricio Sahuí o Mauricio Vila o Raúl Paz, han dicho nada al respecto. Hasta ahora. A pesar de que Mérida, y su supuesta tranquilidad, están en boca de todos los candidatos. Son la cantaleta y propaganda preferida de quienes aspiran a gobernarla, a suceder a Renán Barrera.
El único que ha dado a conocer su parecer –debido a su posición dentro del Gobierno del Estado- ha sido Víctor Caballero Durán, quien aseguró, entre otras cosas que se trata de un caso “excepcional”. No de la regla. Ojalá, así sea.
No me cabe duda de que es muy importante que los candidatos que hablan todo el tiempo de Mérida, de sus mil maravillas, comiencen a plantear preguntas serias sobre éste tema, tan grave y delicado. Clave en el presente e hipotético futuro de la urbe yucateca.
Por ejemplo: ¿Cómo es posible que semejante, siniestro personaje, estuviese habitando en Mérida, como si nada? ¿Desde hace cuánto tiempo? Máxime, cuando su familia se relacionaba con la alta sociedad yucateca a través de una de esas escuelas caras (el Piaget) tan amadas por la clase pudiente.
Cabe preguntarse: ¿Para qué, entonces, tantos retenes y cámaras, si un delincuente de altísimo calibre puede vivir en Mérida con su familia —yendo y viniendo- sin ser molestado? ¿Nunca fue observado, detectado? ¿Cómo fue posible?
En efecto. Lázaro Rivadeneyra González alias “El Greñas”, presuntamente jefe del Cartel del Golfo en Playa del Carmen en el Estado de Quintana Roo, controlaba delitos de alto impacto como el secuestro, extorsiones, narcomenudeo y ejecuciones. Y vivía en Yucatán, sin ser molestado. Aquí vivía, por temporadas, ya que su familia aquí vive. Y sus hijos acuden al instituto Piaget, donde fue detenido en un operativo del Ejército mexicano, el pasado viernes.
Desde hace algunos años es vox populi en Mérida (recuérdese, vox populi, vox dei) que familias de capos del narcotráfico viven en la ciudad. Escenas de autos, escoltas, vehículos con vidrios completamente polarizados –a pesar de que la legislación no lo permite- y personajes con guaruras en supermercados o plazas, son visibles o han sido reportados.
A su vez, la oleada de delitos llamados de “bajo impacto” –pero que afectan con dureza al bolsillo y a la economía de las familias de la capital- se han multiplicado: me refiero a robos a casas habitación, hurtos de bienes dentro de autos, etcétera.
Hay más preguntas. Por ejemplo. ¿Qué hay de la red de protección que acompañaba al capo detenido? ¿De sus relaciones tejidas en Yucatán? ¿Sólo él se trasladó a Mérida, o también otros colaboradores?
Es hora de que los candidatos a gobernar la ciudad dejen de hablar de Mérida como una nebulosa rosa, y encaren con seriedad, su frenético y caótico crecimiento –propiciado desde diversos ámbitos de intereses, como el de los propietarios de gasolineras o de los constructores de plazas, placitas y plazotas, por no hablar de fraccionamientos en todas direcciones (en éste tema, la Canadevi le debe muchas explicaciones a los meridanos)- así como sus problemas de seguridad y delincuencia. Sin olvidar el pandillerismo.
¿Qué dicen, señores? ¿Cambiamos la estrategia de los retenes, por más aplicación de inteligencia policiaca?

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