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Los periodistas

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Los periodistas

Por Alejandro Pulido Cayón

Van seis periodistas asesinados este año en México, digo. Sí, nomás que fue en otras partes del país; aquí, en Yucatán, estamos a toda madre, ni le muevas. Si hablas de ética, cuidado: no saquemos trapos sucios al sol. Y así, vamos del cinismo a la filosofía del avestruz. Peor que monos sabios: Ni vemos ni oímos, pero -¡ah, carambas!- qué bien opinamos. Sí, los asesinatos de periodistas en este estado son escasos, pero la autocensura es la forma en que morimos.

muerte-de-periodistasExiste, debo admitirlo, una camaradería muy curiosa entre el gremio. Una fraternidad directamente proporcional a las envidias, los golpes bajos y las zancadillas. El viboreo nuestro de cada día, dijeran los sordomudos. Muestra de la desunión que impera entre los profesionales de la prensa, fue el rechazo que hubo entre algunas personas a la marcha convocada el pasado viernes por un grupo de colegas. Y lo más ominoso: corresponsales de periódicos nacionales que publicaron sus despachos sin haber puesto un pie en esa manifestación, y –evidentemente- con datos totalmente erróneos. Estamos a toda madre, ¿verdad?

En toda redacción, siempre nos llega el momento de aguantarnos con una sonrisa de dientes apretados cuando –los de arriba- frenan una noticia. Nadie puede atentar contra los intereses de la empresa, sentencia la sabiduría reporteril. Y callamos. Es entonces que morimos un poco en el día a día. ¿Para qué asesinarnos, si solitos optamos por el sepulcro?

Preferimos la declaración fácil, la complacencia etiquetada en la publicidad oficial que se disfraza de entrevista, nos volvemos los “corre-ve-dile” y esperamos que nos manden boletines con todo y audio de las declaraciones de funcionarios. Que se rasquen con sus propias uñas los que no llegaron a la repartición del pastel presupuestal, advierten algunos.

No necesito hablar a espaldas de nadie. Esto es lo que pienso, lo firmo y suscribo de cara a la sociedad y a mis compañeros del gremio: La más terrible agresión de la que somos víctimas en Yucatán, es la que nos infringimos al estar desunidos; cuando condenamos apriorísticamente las iniciativas que buscan consolidar un solo frente, nomás porque la propuso alguien de otro medio; somos, paradójicamente, nuestro peor enemigo. Así nos matamos entre nosotros.

Mientras permanezcamos en la actitud de aduladores del gobierno, sin mayores compromisos que los personales; en tanto los recién llegados a esta profesión sigan deslumbrados con la cercanía al poder; en la medida que seamos presas de las fiestecitas donde los impuestos sirven para repartir regalos y, con esas maneras, evitemos entrarle a una discusión ética y que trabajemos de forma colegiada, las marchas y protestas que hagan o hagamos serán cualquier cosa menos un reclamo legítimo. Por eso me ausenté el pasado viernes.

Estamos a tiempo de plantarnos con honestidad para subsanar nuestros defectos, que en lo personal reconozco y quiero combatir. Tenemos la oportunidad de que el próximo 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Expresión, participemos de una reflexión colectiva, en vez de esperarnos al deshonroso 7 de junio para irnos de pachanga y ahogar los problemas que enfrenta el periodismo en Yucatán. Es cuanto les cuento.

En Twitter: @alexpulidocayon

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