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Los 43 de Ayotzinapa

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Los 43 de Ayotzinapa

Coexisten en la memoria numerosas atrocidades cometidas por distintos gobiernos en turno, en diferentes épocas de la historia reciente de nuestro país. Basta pensar en la aniquilación de yaquis y tarahumaras a principios del siglo XX; y más cercano en el tiempo, todavía retumban las sílabas de Tlateolco, el Halconazo, Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Tlatlaya y, no podía faltar, Ayotzinapa. México permanece atrapado en una espiral de violencia.
Pueden establecerse hechos muy concretos sobre lo ocurrido la noche del 23 de septiembre de 2014, cuando los normalistas de Iguala fueron desaparecidos. Y el principal hecho es, justamente, ése: su desaparición. Fuera de eso, la verdad ha sido manoseada, adjetivada hasta la saciedad y, lo peor, todavía no revelada. En lo personal, tengo la firme idea de que los jóvenes están muertos. Y así piensa una importante mayoría.

ayi“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, es la consigna que nutre la indignación. Es, al mismo tiempo, una pieza de retórica invaluable, un poderoso símbolo propagandístico que se riega como pólvora en las redes sociales y los medios de comunicación tradicionales. Ese llamado a lo imposible, sin embargo, es lo que mantiene en pie de lucha a miles. Es la oración que tiene en vilo al estado.

El pasado jueves 24 de septiembre, tuvo lugar una segunda reunión entre los padres de los normalistas desparecidos y el presidente Enrique Peña Nieto. Era bola cantada el fracaso. Los agraviados están en una posición inamovible. Pareciera que son la punta de lanza para socavar la ya de por si mermada credibilidad de las autoridades. Tuvo mayor impacto mediático el discurso de los padres que el de la presidencia. Son ellos, los deudos, quienes están marcando la agenda. Aunque, sinceramente, no descarto que haya influencias ajenas a la causa que aprovechan jalar agua para su molino; por ejemplo, partidos políticos y aspirantes a mesías.

Ha pasado un año desde aquellos sucesos, y un día sí y otro también, se habla de ello en los medios. “Ni perdón ni olvido”, rezan a grito desgarrador quienes comulgan con la lucha. Este es otro poderoso mantra que da aliento a la supuesta búsqueda de la verdad «verdadera». Con tono de reclamo justiciero, fueron numerosas las marchas registradas este fin de semana para conmemorar la desaparición de los 43 de Ayotzinapa.

Han empezado a escucharse voces que se oponen a la intervención del grupo de especialistas de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Llamó mi atención sobre este particular el discurso de Isabel Miranda de Wallace, quien fue enfática al señalar que habría una presunta ilegalidad en permitirles a dichos especialistas involucrarse más en las investigaciones, pues a su decir se carece de un marco jurídico que lo permita. Asimismo, resalta el posible vínculo de Francisco Cox, abogado chileno que participa activamente en las investigaciones, con la fundación de George Soros, como lo dio a conocer la periodista Beatriz Pagés.

Los 43 de Ayotzinapa son, indudablemente, el símbolo de una lucha que parece revitalizarse cada día más. Lo importante, en todo caso, es que mantengamos presente que la desaparición de los normalistas habla más de un estado fallido que de un crimen de estado. Es cuanto les cuento. Lo demás queda en la memoria.

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