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Cuestión de legitimidad

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Cuestión de legitimidad

Por Alejandro Pulido Cayón

La reciente inconformidad social en imparable aumento, además de encontrar sus orígenes en las deficiencias del Estado para garantizar la seguridad ciudadana, es también la evidencia de una crisis de legitimidad de la clase política.
El sistema partidista mexicano tiene una configuración que impide a los gobernantes una mayoría absoluta; en todo caso, quienes gobiernan este país han sido electos por minorías. Si bien EPN llegó a la presidencia con alrededor de 19 millones de votos, son cerca de 30 millones de electores que expresaron su rechazo al proyecto priista en los pasados comicios.
Si a lo anterior agregamos el creciente número de abstencionistas, la tan cacareada legitimidad de los gobiernos queda en entredicho. En esta nación, con más de 112 millones de habitantes, sus líderes son designados por apenas un mínimo porcentaje de ciudadanos. Los números son fríos y revelan crudas realidades.
Y sin embargo, en términos de gobernanza se mantiene algo de estabilidad. Frágil, ciertamente. Del “mexican momento” a un repudio generalizado, tan sólo bastó que nos aplicaran la máxima salinista: “ni los veo ni los oigo”, agravada con el franco insulto que fue el “ya supérenlo” y los intentos de censura cibernética a la tendencia global del #YaMeCansé.
En la historia inmediata han sido numerosos los momentos de crisis institucional. Y en esta ocasión, las manifestaciones y marchas están nutridas por quienes nunca legitimaron a un presidente que, según se dieron las elecciones del 2012, llegó al cargo de manera “legal” pero inmoral.
Hasta el momento, EPN todavía no encuentra discurso o acción alguna que le otorgue legitimidad ante una sociedad plural, diversa, más informada y, en gran parte, de oposición a su mandato.
La única manera en la que Felipe Calderón logró mantenerse en el poder, fue sacrificando la seguridad nacional en su absurda guerra contra el crimen organizado, que al final de su administración había dejado 70 mil muertos y 23 mil desaparecidos.
Aunque el gobierno federal priista trató de tapar el sol con un dedo, la verdad se impuso al darse a conocer que la matanzas y desapariciones forzadas continuaban a la alza. Entonces, llegó Ayotzinapa: crimen que cimbró a la comunidad internacional.
En ese contexto, sin minimizar un ápice el coraje de la sociedad, resulta pertinente recordar que las concentraciones de cientos de miles de personas en la capital, también son reflejo del sistema político imperante, máxime porque se dan en un territorio por naturaleza hostil hacia el titular del Ejecutivo federal.
Otra arista de esta coyuntura se observa en las reformas estructurales -y sus repercusiones-, que fueron impuestas desde las cúpulas gobernantes. Este aspecto, de momento, ha quedado fuera de la discusión pública, pues los varones del dinero nunca salen a protestar a la calle, se manifiestan de otra manera: en la prensa extranjera, por ejemplo.
Ahora bien, los hechos que dejan claro el tamaño del problema al que se enfrenta la clase política, son la paulatina inclusión y suma de personalidades que demandan un golpe de timón al gobierno, sobre todo cuando dichas voces son de artistas e intelectuales que empiezan a dotar de contenido ideológico al movimiento social.

En Twitter: @alexpulidocayon

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