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Bajo presión

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Bajo presión

En el póker de las redes sociales queda claro: «Dinero mata carita, verbo mata dinero y la Chrysler mata árboles».

Cundió la indignación como incendio en tienda de plásticos, al saberse que la empresa Automaya, distribuidora de vehículos, derribó dos espléndidos «maculis» para darle vista a la fachada de su negocio. «¡Qué poca madre de mamá tiene quien ordenó el arboricidio!», gritaron al unísono los cibernautas.

75349automayaDe la noche a la mañana, literalmente, los ejemplares arbóreos que tenían más de 30 años de vida fueron cercenados, destruidos sin misericordia, reducidos a palillo de dientes, vueltos leña verde. El caso resulta paradigmático sobre la insensibilidad de algunos empresarios, máxime cuando se trata de un negocio cuyos ingresos provienen de artefactos altamente contaminantes. No se vale.

Las imágenes saltaron de Facebook y Twiiter a los noticieros locales. Alarmados, los jefes de información enviaron a sus reporteros a indagar cuál sería el castigo para los insensibles comerciantes de autos. La fuerza del agravio tomaba más vigor con cada post y cada tuit. La presión social obligó una respuesta del Ayuntamiento meridano: procederán por la vía penal, dijeron las autoridades.

Mérida, se ha dicho hasta el cansancio, es una ciudad con falta de planificación en su desarrollo. Al privilegiar la vivienda horizontal, ha evolucionado -en las últimas décadas- hasta convertirse en una isla de asfalto y concreto. En imágenes satelitales de la NASA puede observarse el fenómeno.

El arboricidio ocurrido la semana pasada frente al establecimiento automotriz, revela una falta de compromiso social de la empresa. Y esto resulta preocupante porque no es la primera vez que los comerciantes lo hacen, basta recordar la tala frente al restaurante El Portón (que por cierto ya cerró la sucursal de Paseo de Montejo).

Y es que los temas ecológicos son mayores. Pareciera que todavía somos incapaces de comprender la importancia de nuestra relación con el medio ambiente. Somos parte del planeta Tierra, pero nos comportamos cual marcianos depredadores. En ese contexto, resulta condenable lo sucedido con esos bellos «maculis», que, aun siendo un granito de arena, nos ayudaban a mitigar el cambio climático.

El Ayuntamiento, me queda claro, tuvo que actuar bajo presión. Esperemos que se logre fincar responsabilidades. Aunque, me comentan, ya estaba presupuestado el pago de la multa correspondiente. Digo en respuesta a tan sabio comentario: eso es tener visión empresarial y prospección a futuro.

En tiempos de la primera Revolución Industrial, allá por el siglo XVIII y parte del XIX, la explotación del medio ambiente era el sello de las empresas exitosas. Fue hasta bien entrado el siglo XX cuando empezó a entenderse que nuestro planeta se agota, que al ritmo que llevamos no existirá un mañana para nadie, incluidos los hijos de los hijos de los magnates que hoy destruyen la naturaleza.

Dice el proverbio: «En la vida lee un hijo, ten un libro y planta un árbol». ¿O es al revés?: «Planta un libro, ten un hijo y lee un árbol»… Ustedes saben.

En Twitter: @alexpulidocayon

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