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Lupita Tovar: la mujer que puso en alto al cine mexicano

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Lupita Tovar: la mujer que puso en alto al cine mexicano

La llegada de los hermanos Lumière a México alborotó el ingenio y la creatividad de los que habitaban estas tierras porfirianas. Aquella fascinación por ver el mundo a través de una cámara o una primitiva sala de proyección despertó el interés de los mexicanos por narrar sus propias historias. El encanto de eso que comenzaba a llamarse “cine” los inspiró a descubrir sus formas, sus aventuras y, poco después, sus sonidos y sus voces. Las primeras palabras de la naciente industria fueron las de una mujer llamada Lupita Tovar.

El 30 de marzo de 1932, la oriunda de Matías Romero, Oaxaca, hizo historia. Aquel día, el Cinema Palacio de la Ciudad de México estrenó una nueva adaptación de Santa, célebre novela de Federico Gamboa, que se convertiría oficialmente en la primera película sonora del cine mexicano. El filme de Antonio Moreno se estrenó con bombo y platillo. La llamada “primera gran película nacional” provocó que se ocuparan las 2,307 butacas del lugar y que cientos de curiosos se congregaran a las afueras del edificio, ubicado en el número 30 de la calle 5 de Mayo. Sin embargo, a su protagonista no se le permitiría asistir a su propia celebración.

“Tristísima por no poder ir a mi querido México en un día tan solemne para mí”, escribió Lupita Tovar en un cablegrama aquel día, como reportó El Universal, desde el set de Mr. Robinson Crusoe (1932), de Eddie Sutherland. “El director no me concedió los tres días que le pedí. Desde aquí, a la hora en que se dé la exhibición de Santa procuraré asistir en imaginación a esa fiesta, y pensaré mucho, mucho, en México y mis compatriotas, en un esfuerzo para que mi pensamiento llegue y les haga saber el inmenso cariño que les tengo”.

Santa cine mexicano

La primera novia de México

Desde su debut en 1929 con The Veiled Woman (Dir. Emmett Flynn), Lupita Tovar cimentó una filmografía que se repartió entre México y un Hollywood peculiar; uno que, de día, hablaba inglés y, de noche, español. Con la llegada del cine sonoro, la industria cinematográfica de EE. UU. se enfrentó a un nuevo problema que le impedía comercializar sus películas en su idioma original. “No afinada aún la técnica del doblaje, y no habituado aún el público a leer subtítulos, Hollywood podía perder sus privilegios hegemónicos si no hallaba un modo de satisfacer la demanda de sus mercados de habla no inglesa”, escribió Emilio García Riera, en Breve historia del cine mexicano (1998). “De tal manera que, en sólo dos años, 1930 y 1931, lanzó al mercado un total de más de 70 cintas producidas en sus estudios de Los Ángeles y habladas en castellano”.

La versatilidad de Lupita –y el apoyo de su esposo, Paul Kohner, un importante ejecutivo de Universal Studios– le permitió deambular en ambos mundos, trabajando en 30 filmes al lado de John Ford, en su cinta The Black Watch (1929); con Buster Keaton, en The Invader (Dir. Adrian Brunel, 1933); con Chano Urueta, en María (1938) y con José Bohr, en El rosario de Amozoc (1938). Tras el estreno en México de La voluntad del muerto (Dir. Enrique Tovar, 1930) –versión hispana de The Cat Creeps–, la prensa local le dio el distinguido título de “la novia de México”.

Al igual que Santa, la versión hispana de Drácula de Tod Browning –dirigida por George Melford en 1931– marcó un momento clave en su filmografía. “Había algo de tensión en el set porque sabíamos que estábamos compitiendo con el Drácula americano; teníamos la presión de hacerlo mejor que ellos”, escribió la actriz en su autobiografía Lupita Tovar: La novia de México, en 2011. “Trabajamos muy duro. Terminamos nuestra película en sólo 22 noches; la versión americana tomó siete semanas”.

Años después, en 2015, el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos eligió esta versión de la novela de Bram Stoker (la versión en inglés fue seleccionada en el año 2000) para preservarla en su lista de cintas significativas, por su valor cultural, histórico y estético.

Lupita Tovar Drácula

The Crime Doctor’s Courage (Dir. George Sherman, 1945) marcó la ultima aparición en pantalla de la actriz oaxaqueña nacida el 27 de julio de 1910. A partir de ahí, Tovar se refugió en su familia y el mundo escuchaba su nombre cada que se revaloraba su paso por el cine. Cuando llegó el momento de partir, un 12 de noviembre de 2016 –a la edad de 106 años–, Lupita Tovar se fue de este mundo rodeada de aplausos.

En diciembre de 2001, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) le entregó el Ariel de Oro, en recuerdo de su paso por los albores del cine mexicano. “La ceremonia se llevó a cabo en el escenario de Bellas Artes, el mismo teatro de ópera frente al cual mi hermana y yo pasamos en el tranvía cuando yo tenía 16 años. Entonces, yo le había dicho que algún día sería famosa y bailaría ahí. Ahora, iba a estar en el mismo escenario para aceptar este gran honor”, escribió la actriz en su auto- biografía.

“Cuando llegué [al centro del escenario] y el reflector me encontró, el público se levantó. Hubo un tremendo aplauso. Mi familia estaba sentada en la primera fila y yo sabía que muchos de mis viejos colegas y amigos también estaban ahí. Pensé en Paul y en lo orgulloso que se hubiera sentido de mí. Fue un momento muy emocionante. Me dieron la estatua del Ariel, ¡que debió pesar unos 12 kilos! (…). Estaba tan emocionada que con dificultad podía hablar. Quise decir cuánto significaba ese momento para mí, al ser honrada en México por la industria de la que había sido parte en sus comienzos, 70 años antes. Quizá por mi emoción o el peso de la estatua, simplemente no pude. Todo lo que pude decir fue: ‘Gracias, desde el fondo de mi corazón’”.

Lupita tovar Santa 1971
Lupita Tovar junto a Juan J. Martínez Casado, coprotagonista de ‘Santa’, en el marco del XL Aniversario del cine sonoro en México, en 1971. Foto: Archivo Mil Nubes

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-Con información de Cine Premire.

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