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El padre de los sueños

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El padre de los sueños

Pbro. José Flores Preciado
Pbro. José Flores Preciado

El Pbro. José Flores Preciado, de 83 años de edad, fue asesinado en su parroquia de Colima el pasado miércoles 6 de febrero. Primo de José Luis Preciado Barreto, por situaciones familiares y por la edad que le llevaba, fue su padre moral. Hace un tiempo José Luis escribió un relato donde puede verse lo que este sacerdote significó para él. Hoy lo compartimos en Revista Yucatán:

El padre de los sueños

Por José Luis Preciado.

Terminé el sexto de primaria. Ya aprendí a leer bien y de corridito, me sé todas las capitales del mundo, las puedo recitar una a una, eso sí pa’ qué mentir, ando muy flaco en matemáticas, pero buscaré algo en donde no tenga que verlas ni en pintura. Atrás queda la escuela multigrado, allí donde nos mezclábamos los del cuarto, quinto y sexto en un solo salón y con el mismo maestro; ese al que le decíamos El Oaxaca, un perfecto mala leche y además borracho, siempre justificaba sus deficiencias pegándonos con una antena de radio, nos daba un dolor que ardía en las manos…

Hoy –en la graduación– tremendo hipócrita, delante de los papás quiso llorar por nuestra partida, asegurando que era la generación más noble y buena que había tenido ¡Nos deseó bendiciones y maravillas en la vida! Cabrón, apenas ayer le rajó una tabla a Luis en el lomo, con todo y el trabajo manual de un caballo, que porque no le gustó cómo le quedó la cola; Luis lloró por el seis de calificación, pero más por el coraje y la vergüenza; así que fue a contarle a su papá y éste, en lugar de reclamarle al maestro, le volvió a recetar la misma joda…

–¿A ver mi hijo dónde le dio el pinche profe? –Aquí papá, aquí –señalaba Luis muy afligido a su espalda, confiado en la justicia paternal, pero su papá sin decir agua va le soltó tremendo leñazo, en la misma parte todavía amoratada. –¡Qué no entiende usted que la letra con sangre entra!… Vaya y dele las gracias al maestro y pídale perdón –Pero ¿por qué?…

–¿Oye primo qué estás pensando? –sonó fuerte la voz de mi primo el padre José Flores. Él vino desde Colima para dar la misa de graduación y me había pedido que lo acompañara a dormir en la sacristía de la pequeña iglesia de El Palmar.

–Nada, primo, nada –respondí.

–¿Qué piensas hacer ahora que saliste del sexto?

–La verdad no sé –dije… y en efecto no sabía nada.

–¿Te quieres ir conmigo a Manzanillo? Allá estudiarías la secundaria, yo te ayudo –Me lo dijo como un susurro como para no esperanzarme.

–Sí, sí –respondí al tiempo que daba un salto del petate– ¡Sí señor me voy contigo a Manzanillo!

–Sí primo, pero duérmete, mañana se lo pregunto a mi tía Lupe, no creo que me diga que no.

–Te va decir que sí, estoy seguro.

A partir de ese momento, ya no me pude dormir. Quería que amaneciera pronto, que mi madre dijera que sí me daba el permiso, y luego salir de ese rancho en forma de embudo, encajado entre los cerros, que ya no me dejaba respirar. Montarme en el safari gris del primo para irnos a Manzanillo…

En la sacristía todo era oscuridad, la luz de la vela había sido apagada hacía minutos, todo estaba en penumbras… mejor para mí, me beneficia la oscuridad, maquino señas y muecas repetidas contento de verme lejos de aquí. Allá en Manzanillo. Yes, yes, ahí voy Manzanillo…

–¿Oye primo ya te dormiste? –Pregunté al tanteo, a donde creía que estaba el bulto del primo.

–No ¿por qué?

–¿Dónde queda Manzanillo? ¿Cómo es?

–Más vale que no te ilusiones, no vaya a ser que mi tía no te dé el permiso –me dijo al tiempo que bostezaba.

–Sí lo hará, yo la conozco –Respondí golpeando el petate… seguro dirá que sí.

–¿Por qué tan seguro? –Preguntó en duermevela.

–Somos muchas bocas que mantener, nada menos ayer pidió prestada la camisa con la que fui a la graduación, es de Luis, el que te dije que recibió doble ración de leña, él con lo golpeado que andaba, no quiso ir y el pantalón, ese me lo dejó Adán porque ya no le queda.

–¿Así de fregada está la cosa?

–Un poco peor… mi papá Tanilo, se enoja y se desespera, lo he visto patear los terrones de la yunta, maldice y escupe y se jala las greñas, incluso lo vi llorar el otro día, le dio mucho coraje cuando me vio, se volteó enojado, se secó las lágrimas y juraría que estaba a punto de darme un par de manazos, pero mi papá nunca nos pega, en cambio mamá, ella sí que tiene la mano muy suelta y muy pesada…Fíjate que la vez pasada, sin querer, le dije algo que no le gustó nadita, malhaya la hora, justo cuando me acababa de servir un plato caliente de lentejas o cagaditas de rana como les dice mi papá, quise agradecer el sabor del platillo y solo le dije “gracias vieja”, lo hice pausadamente, en forma cariñosa y tierna, sentía que la halagaba, saboreé cada frase tanto como estaba a punto de saborear los restos de mi plato de cagadas de rana. “Gracias vieja” solo eso, al tiempo que soplaba la sopa caliente formando olitas que alcanzaban la orilla del plato, en ese reto estaba, de se desparrama, no se desparrama, cuando de pronto sentí una tremenda bofetada en plena cara que me quedó volteada al hombro derecho. “¿Qué paso?” pregunté asombrado por el golpe, no entendía nada. Al tiempo que el cachete me daba saltos de puro ardor. Coraje, rabia, impotencia, todos esos sentimientos se arremolinaron en la mente y en la cara… volví a preguntar “¿por qué me pegaste?”. “Y todavía preguntas, burro con tenis ¿no te das cuenta? me dijiste vieja, me ofendiste”. Me lo gritó escupiendo palabras, se sintió herida con lo que le dijo el menor de la familia, el sope del perro como me llamaban. “Pero es que mis hermanos te dicen así, vieja”. “Y dale otra vez, mira muchacho a ellos se los paso porque son mayores, pero a ti no”. No había terminado de hablar cuando iba volando rumbo al rincón del dolor, allí estaba listo el cinturón que colgaba en el horcón de la casa ¡cuántas veces quise desaparecerlo! Me acuerdo de una cancioncilla que decía más o menos así:

“Que las rondas no son buenas, hacen daño, causan pena y se acaba por llorar”… No sé por qué, se parecía esa canción al cinturón con el que nos pegaba mamá.

Me armé de valor (confieso que no me pasa seguido, pero había mucho coraje) y me fui corriendo rumbo al guayabo y arañando como pude me elevé entre las ramas. Todo se ve distinto desde arriba: allá el cielo, abajo el infierno, allá Dios, abajo mi madre o el diablo, que en ese instante eran lo mismo. Claro que se puso más enojada, correr detrás del crío significaba un reto mayor para su edad y su peso.

A salvo en la quinta rama miré al suelo, me sentí seguro, orgulloso de las ventajas que daba mi edad y de que las viejas ya no subieran a los árboles, se veía pequeña e insignificante, algo patética con ese cinturoncito de piel cruda en la mano… Una mano en la cintura y en la otra el objeto del dolor, mamá hacia círculos al aire, creo que maquinaba un plan, recobrando el aliento y el aplomo, pausó la voz y con aire de suficiencia emitió un mensaje, una suerte de trato:

–¿Ah con que te sientes muy seguro y protegido allá arriba?

–Ja ja ¿A poco no? te quiero ver subir… –esto solo lo pensé, nunca se lo hubiera dicho, en el fondo sabía que su poder superaba los confines de mi tierna existencia, dependía de ella en casi todo.

–Sabes que no puedo ni quiero subir. Pero te voy a decir algo, que a lo mejor no sabes, por ser un verde como esas ramas, allá arriba no hay lentejas, no hay cobijas, ni caricias en las patas, en unos minutos allá arriba en tu casita de madera, solo habrá silencio y el silencio es amigo del miedo a lo desconocido, a todo aquello que se mueve en las noches, acuérdate que los cuentos de terror dan miedo solo si se cuentan de noche. Te voy a contar uno de esos cuentecillos, para que entiendas mejor tu situación. ¿Sí sabes que en este guayabo duermen las gallinas, seguro las ves allí donde estás, todas las tardes a la siete, una a una van desfilando por el madero que reclinamos como escalera para que se trepen, las contamos, hoy nada más quedan diez, cuando están arriba les quitamos la escalerita y allá están un poco más seguras, es raro, pero las gallinas son más obedientes que listas. ¿Aun no te he dicho por qué las gallinas se tienen que subir a dormir verdad?

–No –murmuré con un pujido –Justo cuando me retiro, dejándolas arriba, me voy a dormir, apago la luz del aparato y esto queda como boca de lobo; tiempo después llega la zorra… ¿Te lo he dicho alguna vez?, es como un perro, su cara es ancha con hocico puntiagudo, sus orejas son triangulares y los ojos son como rayos que se abren y cierran en medio de la oscuridad; además es un animal astuto, habilidosa para bajar a las gallinas desde la punta de los arboles, posee extraños poderes que concentra en su larga cola que mide más de 30 centímetros, tiene el tamaño de este cinturón pero más espesa y ancha, se planta justo aquí donde estoy yo, mueve la cola haciendo círculos, apunta a las alturas de las ramas, allí donde sabe que está su alimento y después de unos instantes, la gallina que no se durmió cae atarantada directo a sus fauces.

En este punto la voz se le volvió más ronca y profunda –Y todavía no te he dicho que las pobres gallinas ni pío tienen tiempo de decir porque son devoradas por la zorra. Esta vez no caerán gallinas ja ja, caerá un niño gordo y lombriciento de las ramas del guayabo, la zorra dirá “¡Ah qué buena suerte! de veras que el zorro-dios existe y se manifiesta con toda su bondad a través de este panzón”…o sea tú, botanita nocturna –remató con su maldición favorita, en medio de falsas conmiseraciones…

–¿Sabes una cosa?, si hubiera adivinado la clase de hijo que venía te hubiera metido la cabeza en la tina y ¡zas! allí te ahogas, pero qué quieres, soy tu madre. Escucha bien esto: te voy a hacer una oferta; bajas ahora y te doy dos buenos cintarazos y fin del cuento o me voy a dormir, apago la luz, todo será oscuro y silencioso y allí te quedas encaramado en el guayabo, rezando para que la zorra no se fije en ti…

–Te juro primo que había un destello especial y maligno en sus ojos, su imagen se me desfiguraba a tal grado que la veía allí en cuatro patas, danzando bajo las ramas y apuntando la cola hacía los bultos, como la mentada y temida zorra (a todo esto las gallinas ni enteradas, creo que no hubieran metido las alas por mí).

Soltando pujidos, fui perdiendo altura y dignidad, humillado había aceptado la oferta del cinturón en doble ración, el rostro de la zorra se iba desdibujando y aparecía el de mi madre, ya no sabía cuál era peor. Para hacer más humillante y densa la escena, mi madre comenzó a canturrear una cancioncilla estúpida que siempre usaba cuando se sentía ganadora en cualquier situación, ya sea cuando lograba atrapar un conejo o cocinar una codorniz, o bajar una gallina del guayabo, decía más o menos así:

“Será caniná, será caniná, cerote pa’ ti, cerote pa’ tiii”. Y la volvió a repetir al mismo tiempo que doblaba el cinturón para cumplir con su palabra, además se concentraba en el objetivo, yo adopté la posición de gallina y recibí el castigo de la zorra, perdón de mi madre. Te confieso padre Flores, que la cancioncilla no tiene ningún sentido, pero la tararea con el mismo sonsonete de un Ave María, yo siento que es un himno a la humillación y a la deshonra. Esa noche dormí calientito, sin cagadas de rana y con todos los sentimientos atorados y el dolor en la trastienda… Te decía primo, somos diez de familia, una boca menos que tragar, le va a caer de maravilla y de paso sueña con un futuro sacerdote en casa, sabes en los ranchos la gente sueña con un hijo cura, prefiere eso a un taralailo, ja ja ¿sabes qué es lo que significa taralailo?

–No –Mariquita ji ji (No le cayó bien la explicación). Sí me quiero ir y dejar todo esto. Comen mejor los bueyes y el burro que nosotros, todo esto que has visto es prestado, desde mi camisa, pasando por la yunta y los bueyes, la mula, el maíz, todo. Don Severiano Pérez Rulfo es el dueño, hermano de Juan Rulfo, el que escribió El llano en llamas y Pedro Páramo, ese que nos hacía leer abuelo al volver de la escuela. Bueno pues él es hermano del que nos presta todo, dice que papá y él son socios medieros: 50% de la cosecha para don Severiano y 50% para nosotros, pero él es el dueño de los animales y de la tierra, así que nos quita otro tanto más y luego ya nos queda bien poco.

Papá piensa que Severiano Pérez Rulfo es un buen hombre, casi un santo y que nosotros solo lo molestamos con nuestra miseria y a pesar de eso siempre nos recibe gustoso para darnos más. ¿No será don Severiano, el verdadero Pedro Páramo? … silencio y remache en el paraíso que viene. Pero dime primo ¿Cómo es Manzanillo?

–Ya duérmete, si mi tía te da permiso, mañana mismo lo vas a conocer, mejor te diré cómo es El Vaticano.

Las pocas horas que le quedaban a la madrugada anduve de viaje, estaba en Roma y luego directo al Vaticano. Allí justo en la Basílica de San Pedro:

“¿Es usted el sacerdote José Preciado, el que llegó de México?” me preguntaron en la puerta. “Sí, vengo desde México y tengo la cita de las diez con Su Santidad”. Yo vestía con un elegante traje oscuro, alzacuellos y zapatos negros bien lustrados. Fuimos avanzando hasta las oficinas del Papa. “Pase usted padre”, se abrió la puerta y allí estaba el Papa, la persona más cercana a Dios.

El sueño despierto seguía: “Su Santidad gracias por recibirme, es urgente que reorientemos el camino de la Iglesia Católica, allá en el rancho son cada vez menos los fieles que van a misa, la iglesia se ve triste y sola, la gente no confía en nosotros los curas, no hay dirección, rumbo, sencillez en el trato con la gente, las misas son una aburrición absoluta, en otras sectas cantan, bailan y hacen fiesta y nosotros dormimos a los feligreses. Ya todos están viejos… Y por otro lado algo muy personal, por favor que las mamás no le peguen a los niños sin mayores motivos, no más cuentos de zorras y gallinas que solo dan miedo”.

En ese viaje andaba cuando cantó el gallo, montado en el caballete de la casa vecina a la iglesia, cantó tres veces, un calosfrío me recorrió el espinazo… cruz, cruz, hay un traidor que me puede negar la dicha de estos sueños…

–¿Estás despierto? Levántate y vamos a preguntarle a tu mamá si te da permiso de ir conmigo a Manzanillo –me dijo José Flores y recuperé la esperanza de hacer realidad mi sueño…

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