Por Eduardo Lliteras Sentíes
Durante la post guerra en Occidente el crecimiento económico fue aparejado a la multiplicación del auto, y libertad y bienestar, fueron sinónimo de poseer un coche. Casi 6 décadas después, las ciudades en Europa y Estados Unidos han comenzado a disminuir el espacio a los autos a favor del peatón. La tendencia opuesta, más espacio al coche privado y menos a los peatones, a los ciclistas y al transporte público, no es más viable, ni democrática ni ambientalmente hablando.
El coche pasó, de ser un sueño de libertad, a una pesadilla que asfixia a las ciudades, como ya hemos reiteradamente señalado.
Cualquier ciudad, digna de tal nombre, de ser considerada una auténtica civitas, es decir, un espacio privilegiado para la ciudadanía, debe ampliar el lugar que ocupan los ciudadanos, los peatones. La recuperación de los espacios urbanos para los peatones, para los ciudadanos, es no sólo un acto democrático sino una obligación y una necesidad para que las ciudades vuelvan a ser lugares habitables y espacios idóneos para el desarrollo de la ciudadanía, de los ciudadanos.
El debate en Mérida, en torno al Paso Deprimido en Prolongación Montejo, para ser fidedigno exige replantearse la movilidad urbana basada en el auto privado hasta ahora, si se quiere pasar del nivel político-electoral en el que está empantanada la discusión.
Si Mérida no quiere convertirse en otra ciudad gris, plagada de embotellamientos, debe comenzar a ampliar el espacio para los peatones, el transporte público y las bicicletas.
Ahora se sabe, con la experiencia de cientos de ciudades en el planeta, que más asfalto y vialidades para los coches no resuelven los embotellamientos. Por el contrario, los autos crecen y las ganas de no bajarse de él, con la ampliación del espacio dedicado para los autos en las urbes.
Como ya he señalado en días anteriores, bajémonos de nuestros autos. Estacionemos nuestros coches y comencemos a reconquistar la ciudad para los peatones. La glorieta de Prolongación Montejo y Circuito Colonias es un lugar ideal para comenzar a recuperar espacio para el peatón, para el ciudadano y redescubrir el placer de contemplar la ciudad en que vivimos.
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