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Tradiciones que no mueren

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Tradiciones que no mueren

Por Gabriela Pérez

011111hanal-pixan-altarMi familia celebra a los fieles difuntos poniendo una pequeña mesa como altar para nuestros seres queridos que han partido de este mundo terrenal, unos cuantos dulces, frutas y un poco de comida, usualmente encargamos un mucbipollo o pib (especie de tamal que se cocina bajo tierra) y lo comemos con bastante alegría, debo confesar que es uno de mis platillos favoritos. Siempre es bueno conocer lugares diferentes y sobre todo valorar las tradiciones de los municipios.

En el primer año de la universidad fuimos invitados a celebrar de una manera diferente el cumpleaños de un integrante de nuestro limitado, pero muy interesante círculo de amigos, debo confesar que siempre me he sentido interesada por la vida en las comunidades de Yucatán, y lo más atractivo, es que íbamos a celebrar un año más de vida de una amiga, justamente el día que usualmente celebramos a los muertos.

En esa ocasión, tomamos una mochila, pusimos pocas pertenencias y fuimos a la terminal de camiones donde emocionados comenzábamos nuestra primera aventura como amigos universitarios y fuera del confort de la ciudad. Llegamos a Muna por la carretera rumbo a Umán, pasamos por Yaxcopoil y Abalá, en un trayecto de 67 km.

180930_1722538516708_7191028_nMuna significa “lugar de agua suave o tierna”, se encuentra muy cerca del sitio arqueológico de Uxmal. Nos bajamos en la tiendita señalada, porque por una extraña razón, es la forma que indican una dirección en las comunidades al interior del Estado, un pueblito pintoresco, donde muchas mujeres visten el tradicional hipil, muchos tricitaxis (triciclo adaptado para realizar servicio de transporte) y bardas adornadas con una flora colorida, hacen de ese lugar un excelente anfitrión, la fiesta era en casa de la festejada, ahí nos recibieron con un vaso de agua fresca, porque a pesar de que hay suficientes áreas verdes el calor de Yucatán es bastante sofocante, emocionados y hambrientos esperábamos dar inicio a la celebración, pero “Panchita” la abuelita de mi amiga, “coordinadora” del evento y reina de la comida, nos dijo que no podíamos comer antes que los difuntos, por lo que a regañadientes nos sentamos a “rezar” el rosario tradicional, reprendidos más de una vez por no prestar suficiente atención y no ganarnos nuestro “t´oox” (recompensa después del rezo) en esta ocasión sería el delicioso pib, después de aquella muestra de respeto y cariño hacia los difuntos empezó la reunión, unas cervecitas en la mesa y el pib enterrado más delicioso que habíamos comido, la cumpleañera desde pequeña había tenido como platillo principal esa comida tan sabrosa como antigua, hacen una gran cantidad de este tradicional alimento, las fiestas en los pueblos tienden a ser más numerosas que en la ciudad, toda su familia y muchos vecinos son convidados a la celebración de la vida y la muerte.

74461_1554608438561_6656347_nAdemás de ese platillo principal nos convidaron una versión diferente –al menos para mí y el resto de mis amigos- de ese guiso tradicional, un pib relleno de una clase de frijol conocida en mi Yucatán como espelón y chile habanero, quizá, asumo, mucha manteca, el secreto de las abuelas para darle ese sazón tan rico a todo lo que nos cocinan. Panchita, recibió no menos de dos propuestas de matrimonio por parte de mis amigos, e incluso uno de ellos bromeó con secuestrarla, bueno, no estoy tan segura si en realidad habrá sido una broma o lo dijo en serio, pero no pudo llevar a cabo su plan por falta de transporte.

Después de un rato paseamos por la plaza principal de Muna, para bajar un poco las calorías ingeridas o mejor dicho, para hacer espacio para unas cuantas -muchas- más. Al regresar seguimos con la reunión no sin antes rezar de nuevo otro rosario ya que según ciertas tradiciones los rezos deben ser de 15 misterios, después de ellos, nos sentamos a cenar más de aquel mucbipollo, reíamos a gusto platicando sobre aquellas tradiciones, ahí en la oscuridad y con el sonido de las ondas de aire resoplando, nuestra anfitriona nos contó una curiosa leyenda donde el inusual protagonista es un palo conocido como el Kojon che’, años atrás, nos narraba con un aire misterioso, cuando se enterraba a las personas en el cementerio municipal, se utilizaba un palo para golpear la tierra recién removida, según los habitantes de algunas comunidades dicen que es común escucharlo en días previos a las fechas donde se recuerdan a nuestros muertos, sobre todo por las noches, el sonido es como si se golpeara la tierra, por ello recomiendan ponerle licor y cigarros al palo para que no salga durante la noche a asustar a los pobladores y perseguir a los incautos borrachitos que deambulan a deshoras por el pueblo. Naturalmente nuestra reacción fue reírnos a carcajadas, pero a la hora de dormir, no faltaron los amigos que hacían un sonido semejante a un palo golpeando el suelo, después de su “inocente” broma, seguimos escuchando el eco de ese sonido, podemos llamarlo predisposición, sugestión o castigo por burlarnos de esa leyenda, pero desde esa ocasión y hasta la última vez que fuimos a celebrar el cumpleaños de mí amiga, respetábamos todas y cada una de las leyendas y tradiciones, sabíamos que debíamos estar presentes en aquel rosario en memoria de los muertos y después ya podíamos disfrutar “bien vivos” de aquel manjar.

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