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Chocando con la tecnología

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Chocando con la tecnología

Por Gabriela Pérez

Mi historia, no aplica a todas las demás experiencias, pero es lo que me sucedió.

Eran las 20:00 horas, estaba lista para una cena que tendría media hora más tarde, entro a mis aplicaciones y de repente… no encuentro la de Uber. Rápidamente ingreso a Playstore y la ubico, en un santiamén la aplicación ya estaba instalada -que no cunda el pánico- pensé, lo siguiente era sencillo, ingresar a la plataforma, pedir el servicio y listo, pero craso error, no acepta mi contraseña que utilizo para todos mis servicios en línea y redes sociales. Repito la misma operación una vez más corroborando cada dígito, nada; quizás puse mi correo laboral, tampoco, quizás con mi cuenta de Facebook, nada… registrarse de nuevo parecía una opción viable, la sorpresa, aunque lógica, fue que el número ya estaba registrado, ¡claro, eso ya lo sabía aplicación tonta! Para ese momento los hilos de sudor comenzaban a correr por mi cara, eran las 20:30, bueno, existen otros que ofrecen el servicio de transporte, descargo primero Cabify, me exige una tarjeta de crédito necesariamente… y pues no, no tengo; bueno entonces Ryde and Go, tiempo de espera estimado 20-30 min, y no lograba dar con mi ubicación, ignoro si era por mi celular, mi red o la aplicación. Llevaba 45 minutos sin éxito intentando que un servicio en línea viniera por mí, ni modo, recurriría al taxi.uber

Me contacté vía telefónica, una señorita me atendió, tomó mis datos, “de 20 a 30 min llegarán por usted”. Me senté en la puerta, seguía intentando resolver el problema que Uber tenía conmigo, cuando me percaté que eran las 9:30 de la noche, ciertamente ya habían pasado los 20/30 minutos que había dicho la señorita, marco de nuevo, estoy a merced de la ineficiencia de la persona que me atendía, sin embargo ella estaba ahí para resolver mis dudas, aunque sus respuestas no eran las más útiles. “Ya está en camino su taxi, debe llegar en 2 o 3 minutos”. Salí de la casa, definitivamente pasaron mucho más de 10 minutos, hasta que un bastante extraviado chofer paró a tres casas de la mía, estaba a punto de retirarse, le hice unas señales desesperadas a lo lejos. Tomo el servicio rápidamente, me duele la cabeza, estoy casi segura que la cena ya acabó, solamente por el aprecio que me tienen, se han decidido quedar a una larga sobremesa, en el camino reflexiono sobre las tecnologías; qué tanto nos han facilitado la vida, qué tanto nos han alejado de la parte humana de poder resolver algo tan simple como una falla en el correo registrado. Me cuestiono ¿acaso no hemos exagerado demasiado el uso del Internet? En definitiva dependemos mucho de él, me veo en la misma situación pero sin Internet, quizá hubiera sido más fácil, bajar, ir por el directorio del teléfono y pedir un servicio normal, me llevé casi dos horas intentando pelear con una aplicación hecha de fórmulas, algoritmos y definitivamente no gané, perdí la batalla ante la tecnología, en esta era moderna es demasiado fácil perder el camino.

Hay una serie interesante, Black Mirror, que habla sobre la dicotomía de la tecnología, de todas las vertientes actuales, de lo que nos hemos convertido por estar atrapado en las garras de las aplicaciones, a la merced de las redes sociales, la necesidad imperante de estar en Internet, todos mis amigos me cuestionaron -¿Por qué no viniste en Uber?- como si ahora casi fuera un pecado tomar un taxi de sitio, mi celular pasó por todos y cada uno de los que estaban en la mesa, “no puede ser”, “a ver deja lo checo”, y así paso la breve noche, intentando resolver el problema de dicha aplicación –no me podía quedar sin ese servicio- es como cuando te preguntan si tienes Facebook y respondes que no, te ven de manera extrañada y casi podrían jurar que les estás mintiendo, o que algo ocultas, esa rara sensación de ser -pero no ser- parte de un mundo, de una sociedad que es tal falsa como cierta, la sociedad que te ofrece una aprobación a manera de like, que le das el derecho de entrometerse en tu día a día, ese sentir que le pertenecemos a la era tecnológica.
¡Qué compleja es la vida de los llamados Millenials!

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