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Viajar económico es un acto de reciprocidad

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Viajar económico es un acto de reciprocidad

Por Ana Preciado

Existe un secreto –que no lo es tanto- para lograr un viaje económicamente accesible a cualquier parte del mundo, desde una perspectiva local y sin ser parte de la marabunta de turistas que azotan los lugares más concurridos.

Y no me refiero al hecho de cazar vuelos baratos por medio de plataformas externas a las aerolíneas, reservar una litera en un hostal o a conocer el sitio a través de los famosos free walking tours (que también son excelentes maneras, pero particularmente no de mis favoritas).

Hay una fórmula mágica para experimentar la sensación de viajar antes de siquiera salir de casa, un método que además de forjar una amistad que conlleva escuchar exóticas anécdotas y crear un vínculo, también podría ayudar a garantizarte un alojamiento más económico (si no es que gratuito). Este método es el de alojar extranjeros en tu hogar.

Para muchos, abrir las puertas de tu hogar e intimidad a un completo extraño puede sonar como una locura y decenas de preguntas llegan al cerebro: ¿qué tal si nos roba? ¿Y si tiene un acuerdo para cometer un acto delictivo? ¿Qué pasaría si ocurre esto o aquello?

No obstante, hospedar a un turista es hacer un viaje impalpable al extranjero; conoces un manojo de aspectos culturales de su país, como los usos, costumbres, su idioma y las tradiciones vivas de su tierra. Pero además, te encontrarás con la parte auténtica de la aventura y que es menos atractiva, esa que resulta de la convivencia diaria con una nueva persona, en la que conoces sus hábitos, los cambios en su estado de ánimo, cosas que te agraden y otras que te desagraden. Es esta la parte ambivalente de la experiencia de hospedar al viajero.

A pesar de ello es algo que sigue valiendo la pena, pues entre las altas y bajas florecerá una relación, tendrás un nuevo amigo o amiga y, cuando el viaje de nuestro nuevo camarada esté por concluir, surgirá un acuerdo tácito entre el huésped y el anfitrión, un infinito agradecimiento por abrir tu casa y parte de tu vida a aquel forastero al que le hiciste el viaje mucho más fácil y ameno.

Tu huésped te reiterará tantas veces pueda que no olvides visitar su país, darte una vuelta por su casa y por supuesto, devolverte el favor: quedarte en su hogar para disfrutar del viaje desde la óptica de un local.

Mi pasión por los viajes me animó a convencer a mis padres de hospedar a voluntarias extranjeras en casa. La fortuna me ha llevado a vivir fantásticas vivencias y hacer amigas de sitios tan remotos como Uruguay, India, España, República Checa, Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros; y mis ahorros me han llevado a reencontrarme con un par de ellas y vivir la misma experiencia que tuvieron, pero ahora en sus hogares.

Les doy mi palabra: viajar y ser un turista pero sin sentirte como tal, es el más emocionante sentimiento, algo que podrás vivir si te animas a darle asilo a un viajero en tu hogar. Puedes hacerte muchas preguntas y quizás tengas respuestas negativas para cada una, pues nunca será el momento idóneo para hacerlo y la vida pasará sin siquiera haberlo intentado.

Pero viajar económico es un acto de reciprocidad que podrás experimentar una vez que tomes la decisión. ¡Te animo a que lo intentes! Ya que siempre tendrás nuevas historias para contar y, por supuesto, amistades que atesorarás de por vida.

¿Te gustaría hospedar un extranjero?

Puedes visitar la página de Aiesec o Couchsurfing. Sugiero leer bien los lineamientos y comentarios para asegurar que tu experiencia sea inmejorable.

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