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McQueen por la mar de China; por Alejandro Pulido Cayón

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McQueen por la mar de China; por Alejandro Pulido Cayón

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ALUCINE

 

Reacio a ver una película de tres horas, filmada en 1966, bajo la dirección de Robert Wise, llegó el momento en el que no tuve más remedio. La pantalla se llenó con la imagen de un mítico Steve McQueen vestido de marinerito. “El cañonero del Yang-Tze” (Sand Pebbles), empezó a transcurrir como pasan esos filmes añejos, con la calma necesaria que impone un buen trazo de los personajes.

Con legendarios prejuicios a cuestas, confieso que tenía la cinta preparada para resolver alguna noche de portentoso insomnio, pues la pensé somnífera ideal. Cuál fue mi sorpresa al constatar que, más allá de “Bullit”, el buen McQueen sabe hacerla de antihéroe como pocos en la pantalla de plata, e inspiraba a conocer la historia que Wise propuso contarnos.

En definitiva, se trata de una tragedia por los cuatro costados. Donde las pasiones humanas, los deseos, las prohibiciones, en fin, los contrastes que hacen la tensión dramática, están presentes en cada fotograma. Y si por algo sobresale con respecto al cine de la época, es precisamente debido a la fotografía y el montaje narrativo que, sin apartarse de los cánones establecidos para ese momento, se revela innovador en varios aspectos.

Basada en la novela homónima de Richard McKenna, “El cañonero…” relata la vida en un barco estadounidense, el San Pablo, que ocupa las aguas de China en 1926, precisamente surcando el río Yang-Tze. La tragedia transcurre justo en el momento histórico en el que inicia el primer movimiento armado para unificar a ese país.

Desde el principio, la obra se caracteriza por tratarse de un montaje majestuoso, que contrasta con la complejidad de los personajes, los cuales logran trascender los estereotipos propios de los protagonistas y antagonistas, dejando entrever que la adaptación fílmica de la novela es de alta calidad.

Sin tratarse de una película de guerra como lo demandaría el género, el conflicto bélico y la marcialidad están presentes de una forma por demás sublime. Y lo más interesante es la forma en la que se da la lucha al interior del protagonista, Jack Harmon (McQueen), quien es un ser atormentado y casi apátrida, que a lo largo de su estancia en el San Pedro transforma su personalidad en una metáfora de los cambios que se registran en el entorno.

Aunque la mirada de la cámara se posa principalmente en Harmon, subyace a la historia de ese personaje la amistad que establece con Frenchy Burgoyne (Richard Attenborough), un hombre de mar que se enamora de una mujer china, Mayli, amor que lleva a la división entre los propios tripulantes de la embarcación, a la vez que logra quebrar la mentalidad xenofóbica del protagonista.

La tensión dramática, también está dada a través de la interacción cultural de los marines estadounidenses y los “culis” chinos, quienes son los que mantienen en funcionamiento la nave en virtud de un sistema de trabajo establecido de tal forma que refleja, como símil en pequeña escala, el imperialismo propio de los Estados Unidos.

Inundada de múltiples significaciones y con distintos niveles de lectura, la película se erige en tragedia de alcances estremecedores. Más allá de las muertes que se registran a lo largo de sus tres horas de duración, las circunstancias que rodean a esos decesos conmueven, pues todas ellas son narradas con claros antecedentes para cada personaje.

En uno de los puntos climáticos, por demás significativo, vemos como uno de los culis queda prisionero por sus compatriotas, quienes en una acción paroxística lo cuelgan de brazos y piernas para empezar a cortarle el pecho a machetazos, eso ante la impotencia de los tripulantes que sólo observan la escena desde cubierta. Sin embargo, Harmon, que mantiene un lazo emocional con el torturado, se insubordina y, en un acto de misericordia, le da un tiro al que fuera su compañero de labores, cesando así su sufrimiento.

Esa escena, clave por donde se le quiera ver, da cuenta de la complejidad del protagónico y nos recuerda porque logró la inmortalidad Steve McQueen con papeles como este, y tantos otros que lo han elevado a la categoría de mítico.

A 32 años de su filmación, “El cañonero del Yang-Tze” mantiene un discurso de actualidad, porque finalmente las relaciones de poder en el mundo, tanto en lo individual como entre las naciones, poco han cambiado. Altamente recomendable. Y bueno, fue nominada a ocho premios Oscar (pero eso es lo de menos).

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