En noches sin Luna las sombras… comulgan con nuestra propia sombra
Por Rafael Aguiar
20 de Agosto 2014
Las sombras
Yacen en todas partes
En espejos anfibios
Parecen latidos trémulos
Palpitantes mecidos por la levedad del viento
Las sombras
Habitan debajo de los árboles
Aún en las noches sin Luna
Las sombras no duermen
Se agitan en danzas rítmicas
Como almas errantes
En la penumbra
Despiertan los misterios
Amorfos de la noche
Las sombras
Colman la realidad
de espectros huérfanos
Con voluntad propia
Dueñas de visiones seductoras
Insinuantes
Transfigurando
la realidad en dualidades
Cómplices de anhelos
Las sombras
Juegan con la Luz atrapada
En los espejos, replicando
Abismos sin fin, creando
Siluetas corpóreas fantasmales
Inertes
En los espejos se crean
Ecos de sombras, abriendo
Puertas a nuevos universos
En el umbral nocturno
Las sombras
En la profunda oscuridad de la noche
Convierten las cosas
En sombras
Sólo emanan sombras
Reinando el mundo de las sombras
Así… la vida oscila
Péndula de la refulgencia luminosa
A los claroscuros palpitantes
de las sombras místicas
Las sombras
Acompañan nuestros cuerpos
Nos siguen en el camino crepuscular
Hasta que por fin
Nos abandonan a nuestra suerte
Nuestra sombra
Es la sombra de nuestro espíritu
Algún día…
Ella caminará sola
Las sombras
Anidan el amor
Son el aura de los amantes
Les cubren
Les abrazan
Les vigilan
Hasta la llegada del Alba…
Quien las desvanece poco a poco
En silencio