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La serpiente que protege a los cenotes: Tzukán

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La serpiente que protege a los cenotes: Tzukán

Para la cultura maya, los cenotes eran portales sagrados que conectaban el mundo de los vivos con el Xibalbá (el inframundo), por lo que hoy por hoy son lugares envueltos de misticismo y que han albergado cientos de mitos y leyendas.

Por Julio Leal Ortiz

En uno de mis recorridos por el interior del Estado, el MVZ Carlos Euán me invitó a visitar unos cuantos cenotes y la laguna de Akulá. Entre charla y charla en la selva baja del municipio de Homún, me platicó de Tzukán, la serpiente que protege a los cenotes.

Cuenta la leyenda que de todas las serpientes que habitaban la Tierra, Tzukán, única por su misterio y gran tamaño, era la protectora de las grutas y sus aguas. Hace miles de años durante la sequía del Imperio Maya, Chaac, Señor de la Lluvia, tuvo la encomienda de recoger agua del subsuelo para así llevarla a los habitantes. Chaac montó una bestia alada y emprendió su camino pasando por lagos, ríos y cenotes, pero éstos se encontraban secos.

En un momento de fatiga decidió descansar y se reposó en un tronco, el cual empezó a moverse, la deidad pudo observar cómo ese “pedazo de madera” era el cuerpo de la gigantesca Tzukán, quien hambrienta, de un bocado devoró a la bestia alada de Chaac antes de que ésta pudiera emprender vuelo.

El dios maya trepó por el dorso de la serpiente y le azotó con su látigo: Ahora tú serás mi montura por haberte comido a mi animal, soy Chaac, el Señor de la Lluvia y ahora también tu señor, me llevarás al mar para traer agua a los cenotes que están vacíos, porque seguramente tú te la acabaste.

A la serpiente Tzukán le salió crin y de sus costados repentinamente se abrieron unas enormes alas, para tomar vuelo y dirigirse al mar. Al llegar, Chaac llenó cientos de vasijas y las ató al lomo de la serpiente, quien se asombró porque era la primera vez que veía el mar. No volveré a las grutas, aquí hay mucho mar y puedo ir a donde sea, afirmó Tzukán.

Pero el Señor de la Lluvia no lo permitiría, le dijo que tenía la misión de vigilar los cenotes y las cavernas para que nunca les faltase agua: Serás la guardiana del agua y solo cuando seas anciana te permitiré regresar al mar, dijo Chaac, quien engañó a la serpiente pues sabía que rejuvenecería eternamente.

Al llegar a los cenotes la serpiente derribó al Señor de la Lluvia con un movimiento de su cuerpo, pero él agitó su látigo y provocó un trueno que mató inmediatamente a la serpiente, convirtiéndola en millones de gotas que cayeron sobre la tierra.

Los cenotes, ríos y cuevas se volvieron a llenar de agua. En el fondo de una gruta, miles de gotas se condensaron lentamente hasta volver a formar a la serpiente, que creció y volvió a abandonar el refugio para dirigirse al mar, no obstante, a medio camino Chaac le lanzó una potente ráfaga de viento y el reptil se volvió a convertir en lluvia.

La Tzukán quedó condenada con su eterna muerte y reencarnación, para así mantener con agua los cenotes y grutas de Yucatán. Con el pasar de los años, muchos campesinos afirman haberla visto en el campo, así como turistas y pobladores que visitan con frecuencia los cenotes.

Tenemos que respetar estos sitios que siguen siendo tan sagrados para las comunidades indígenas y, dicho sea de paso, no olvides tener cuidado la próxima vez que te vayas a meter un cenote o a una gruta… es posible que la Tzukán este ahí observándote.

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