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La nada lleva al cine de los Almada, por Alejandro Pulido

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La nada lleva al cine de los Almada, por Alejandro Pulido

pacas de a kiloALUCINE

La nada lleva al cine de los Almada

Por Alejandro Pulido Cayón.

 

Increíble. Insólito. Imposible. Cuánta decadencia en tan poco tiempo. Hace 20 años, cuando arribé a estas lindas tierras del Mayab, en Mérida había tan sólo siete cines; hoy contamos con 62 salas de exhibición, y lo único que demuestran es que cantidad difícilmente significa calidad porque, lamentablemente ¡oh, lectores míos!, nada más hay 12 películas en cartelera. Qué terrible.

Abrumado, alicaído, decepcionado de la poca voluntad de los empresarios por darle sabor y variedad al entretenimiento emanado del séptimo arte, decidí consultar con mis ciberamigos sobre opciones para solventar tan atroz situación que se vive en Mérida. Desde Veracruz llegó la respuesta a mis congojas: habla sobre “Pacas de a kilo”, señaló desde la titilante pantalla del chat la siempre afable Erika Morales.

Pues sí, me dije, eso sería interesante, el cine de judiciales y narcotraficantes protagonizado por los hermanos Almada. O mejor aún, consideré, ese tema da para hacer todo un ensayo sobre la decadencia del séptimo arte en nuestro país, o todavía más: un tratado sobre lo que significa hacer mal cine que fue consumido por millones de personas con singular satisfacción. Eso, añadí a mi discurrir, sería una metáfora sanguinolenta sobre la estrechez de los programadores en esta mi linda y nunca blanca ciudad.

De pronto, ante mi se abrió un mundo con más de 120 películas realizadas en los pasados 29 años. Esa cifra, por sí sola, se impone. Más de cuatro películas por año en promedio. De nueva cuenta: cantidad no significa calidad, y eso que los narcocorridos tienen lo suyo de encantador, y, debo confesarlo, ese número por encima del 100 para un actor, también tiene lo suyo de bello.

Busqué en la filmografía disponible sobre el tema, particularmente en lo realizado por los hermanos Mario y Fernando Almada, que son el prototipo del judicial mexicano, y cuando no del traficante barato, pero entre tanto archivo nunca encontré “Pacas de a kilo”.

Eso sí, los títulos, que datan desde un lejano 1980, son fascinantes, ahí van de corrido: El rey de los tahúres, Traficante de pánico, La venganza de un matón, 30 segundos para morir, Herencia de muerte, La jaula de oro, A las puertas del infierno, Bajado al cerro a tamborazos, La dinastía Pérez, Tierra de escorpiones, El rey de la mota, 100 kilos de oro verde, y así hasta completar un centenar de joyas dignas de titular un churro.

Fue entonces que caí en cuenta que eso es lo adorable del cine de narcos mexicano: lo exagerado de los estereotipos, las actuaciones impostadas, una trama previsible, encuadres hechos “al chilazo”, mujeres sabrosonas aunque no deslumbrantes, cuentos de buenos muy buenos y malos requeté jijos de su tal por cual.

Sin embargo, y pese a todas las críticas que se le puedan hacer a esas producciones, han logrado posicionarse como icónicas de la cultura del mexicano, o mejor dicho de un sector poco instruido, o de especiales gustos por las películas mal hechas, o de plano por aquellos que al saber sobre los procesos de creación cinematográfica, se deleitan con los errores y excesos de las producciones marca Almada.

Si bien lo vemos, el narco tiene una poderosa presencia en el inconsciente colectivo del mexicano, que los mismo lo ve como al demonio resucitado que en modelo de éxito arriesgado, de ahí que los narcocorridos formen parte de una subcultura que día a día permea hacia todas las clases sociales.

Además, es obligación señalarlo, las poses agringadas que asumen los hermanos Almada en sus películas, dejan entrever una genuina aspiración por superar el trance que el tráfico de drogas implica, con la violencia que engendra seguida de la ocupación por parte del ejército de ciudades enteras.

Por más que traté de encontrar la cinta “Pacas de a kilo”, me fue imposible dar con ella, pero eso sí: cómo me divertí recordando pasajes enteros de las películas de ese dueto de “hombres duros y rudos”, que no se quiebran a balazos, que lo mismo tiran con su cuerno de chivo que con una calibre .45, que aman lindo y se hacen fuertes ante las dificultades.

El último intento que se dio por hacer algo serio con respecto a las historias de tráfico de drogas, fue el proyecto de llevar a la pantalla de plata “La reina del sur”, de Arturo Pérez-Reverte, lástima que Alejandro “el Negro” González Iñárritu le haya sacado al parche, porque esa sí es una historia que vale la pena contarse en imágenes, y lamentablemente duerme su sueño de opio debido, supuestamente, a ciertas implicaciones severas con los personajes de la realidad.

Tan sin pies resulta la producción de los Almada, como la falta de diversidad de películas en esta mi linda Mérida, que, día a día, se siente y se vive como lugar de recreo para narcos y delincuentes de cuello blanco, que ni se preocupan de ir al cine.

 

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