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Elogio y memoria de los glúteos

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Elogio y memoria de los glúteos

glute

Texto distribuido vía correo electrónico por Jeremías Marquines.

El madrileño Francisco Umbral (1932-2007) fue un escritor que se puede decir, clásico, si esa palabra designa lo que está bien escrito. Su obra abarca la novela, el ensayo, el cuento y los artículos periodísticos. También ha sido traducido a la mayoría de los idiomas que se pueden leer. Dicen algunos críticos que su estilo es objeto de estudio por su precisión y calidad y su dominio del castellano le convierte en un maestro. Entre sus obras destacan: Amar en Madrid; Nada en el domingo; Crónica de esa guapa gente y Memorias eróticas.
La editorial española Temas de Hoy, publicó en 1992, como parte de su colección Biblioteca erótica, una serie de textos de ocho destacados ensayistas ibéricos, sobre alguna parte específica del cuerpo femenino. Los participantes de este libro colectivo titulado Verte desnuda son: Antonio Álvarez Solís, Andrés Amorós, Luis García Berlanga, Eduardo Haro Tecglen, Antonio Hernández, Fernando Quiñones y Antonio de Senillosa. De los textos, excelentes todos, que aparecen en esa colección, interesa el de Francisco Umbral: Elogio y Memoria de los glúteos. Un extraordinario ensayo sobre de por qué al culo no se le debe de llamar pompis, ni trasero, ni nada de esos otros eufemismos que usan los hipócritas para no decir culo, que resulta mucho más limpio y pedagógico. Resumiré brevemente, por razones de espacio, algunos fragmentos de este ensayo de Umbral sobre la cosa.
Estas son sus definiciones:
Pompis: tienen pompis nuestras tías, todas las señoritas que tocan el piano sin saber piano y las niñas educadas en las monjas, hasta que se liberan y se realizan, hacia los catorce.
Nalgas: tienen nalgas las solteras de profesión, cajeras en una vieja ferretería de Postas o Carretas, funcionarias municipales y señoritas del Cuerpo de Archiveras y Bibliotecarias. Las muchas horas de quietud les ablandan el glúteo. Además nos dice: Lo de nalgas es palabra que suena a galgas, fonéticamente floja, que sugiere culos abolsados, caídos. Además al hablar de culo en plural, nalgas se le parte en dos…Y el culo nos gusta más que sea una unidad, un valor intransferible y personal, un singular, como el alma.
Posaderas: sólo tienen posaderas las panaderas.
Trasero: tienen trasero las mujeres yegüales que se pasean por la calle Mayor de su pueblo convencidas de que tienen el mejor culo del partido judicial, y hasta se ponen borlas en el culo, los domingos, para pasear al salir de misa.
Glúteos: la palabra glúteos es la mejor para hablar del culo porque tiene la u profunda de culo, más ese y esa ele elástica que dan textura firme, gimnástica y temblorosa de un buen culo femenino y joven. Tienen glúteos las campeonas olímpicas, las gamuzas negras y Arantxa Sánchez-Vicario.
Culo: tiene culo generalmente la que va con otro por la calle, delante de nosotros, en tenue vaivén, la inasequible, la inabordable: ese culo heráldico y breve en el que nos habría gustado hacer alfarería con nuestras manos cansadas de matar, durante toda una vida, porque uno es alfarero de culos, del dulce barro de los culos.
Umbral prosigue «El culo, sí, es alfarería, si ustedes se fijan, una vasija o cántaro, ese sitio donde el cuerpo de la mujer pasa de las bellas formas a las bellas artes. Tanto va el culo la cama que al fin se lo rompen a la que tiene buen culo (aunque la acuñación ‘romper el culo’ pertenece al mundo de la homosexualidad)».
«En cuanto a los mejores culos de nuestra vida, a mí me gusta mucho el de Jacqueline Kennedy/Onassis, que era apenas una leve ola en el mar lineal de su cuerpo. Jacqueline tenía culo y la ex Thatcher tiene pompis. El culo/piloto de los culos, en el cine, ha sido el de Brigitte Bardot…Una cosa es pasear un culo y otra arrastrar un saco de patatas por detrás. Baudelaire anduvo con una judía tísica que tenía un culo mucho más lírico que el de la cuarentona Juana Duval. El culo sirve para casi todo, menos para sentarse.
«Octavio Paz nos dice que ‘el culo es serio’. ‘Ni el falo ni el culo tienen sentido del humor’. No estamos de acuerdo con el gran ensayista mejicano por lo que se refiere al culo. Ya dijo Mallarmé que ‘la carne es triste’. Pero la carne sólo es triste después. Antes del amor y el orgasmo, la carne –el culo– es alegre e incluso se expresa más que nuestras partes nobles, los ojos, por ejemplo. La seriedad con que una mujer pasea entre los hombres que la miran es una seriedad desmentida por la alegría de su culo itinerante.
«Por sus culos las conoceréis. Nos dice el ensayista. Nunca le toques el culo a una tonta, aunque sea hermosa, porque ya tienes tonta para toda la vida. De la mujer, a uno le importa mayormente la cara y el culo. O sea el ángel y la bestia. Hace falta en principio, una cara interesante, sugerente, comunicativa, cómplice. El hombre sólo se folla caras, aunque él crea otra cosa. El resto ya da igual. Pero, extendiendo estas nociones hay que contar con un culo. Lo malo del culo es que no se puede dialogar con él sobre narrativa posmoderna. Por eso digo que es importante la cara.
«Trasero es una vulgaridad impresentable, ni siquiera un eufemismo gracioso. Pompis es una cursilería de Serrano que le hace a la mujer un culo de abeja. Culo es una hermosísima palabra castellana y no soporto que los autores la sustituyan por posaderas y otras vulgaridades que denotan al que no es escritor. El paso de las pompis al culo ha sido el paso de la pequeña burguesía cursi a la sociedad de consumo, liberada, que no sólo consume la cosa, sino también su nombre.
«Y para terminar cito: ‘Si Hitler hubiese llevado lo suyo por la vía de los culos, y no de las caras, el mundo entero hubiera estado con él. No soy un nazi de los culos. ¿Quién no haría una guerra mundial por la selectividad y pureza de los culos?’…El culo femenino, grande o pequeño, alto o bajo, vestido o desnudo, es lo más infantil de la niña que buscamos siempre en la mujer. El culo es entonces el paraíso perdido de la infancia. El culo es infancia y por eso nos fascina…En el culo de la mujer se remansa y perpetúa la edad de oro suya y nuestra».

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